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En busca del tesoro de los templarios 6: Tomar: El último refugio

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 El castillo de Tomar se encuentra (evidentemente) en la ciudad de Tomar (Portugal), en la margen derecha del río Nabão, Construido en el siglo XII por los templarios portugueses como parte de la llamada “línea del Tajo” para proteger la frontera contra los musulmanes, al igual que los otros castillos de la misma línea defensiva: Almourol, Idanha, Monsanto, Pombal y Zêzere. Pero el castillo de Tomar era doblemente defensivo, pues no sólo protegía la frontera, sino el llamado “convento de Cristo” que aún hoy se encuentra tras sus muros. Cuando en 1312 Clemente V ordenó la disolución de la Orden del Temple, el rey Dionís I de Portugal se debatió entre su obligación, como rey cristiano, de obedecer al Santo Padre (que por menos era capaz de montarle una Cruzada contra él) y su admiración por los monjes que tanto habían ayudado a su reino en la lucha contra los musulmanes.... y puede que algo más. El historiador y filósofo Paulo Alexandre Loução apunta en su libro “Los templarios en la formación de Portugal” (año 2000, editorial Esquilo) que resalta la historia paralela entre la llegada de los templarios a la zona y la independencia de Portugal de León y Castilla. El Temple fue, durante los primeros treinta años del nacimiento del nuevo reino, la única Orden que apoyó al primer rey portugués, Alfonso I el fundador.

Aunque ha pasado a la historia con el apodo de “el Labrador” su sucesor Dionís no era ni rústico, ni inculto. De hecho, bajo su reinado su capital, Lisboa, fue uno de los mayores centros europeos de la cultura y el conocimiento. Fundó la Universidad de Coímbra donde se enseñaban artes, derecho civil, derecho canónico y medicina; mandó traducir importantes obras y mantuvo en su corte uno de los mayores centros literarios de la Península ibérica. Pequeños detalles que los historiadores españoles, con cierto chauvinismo, tienden ha ignorar...

La cuestión está en que Dionís supo encontrar una solución para contentar al Santo Padre y a la vez a su sentido de la Justicia: Disolvió la orden del Temple como le ordenaban, (aunque no persiguió a sus freires) pero no repartió sus posesiones entre otras órdenes religiosas. Las dejó en custodia de la Corona portuguesa (y, oh casualidad, de hecho siendo responsables de los mismos los propios ex-templarios) y pasados siete años, en 1319, creó con esos mismos freires una orden nueva: la Orden de Cristo. Que, a veces, hay que cambiar algo, aunque sea el nombre, para que en el fondo todo siga igual. Muchos apuntan a que Portugal fue el último refugio al que llegaron los templarios de toda Europa que lograron escapar a la persecución papal.
Siempre bajo la protección directa de la Corona portuguesa, el Gran Maestre de la orden pasó a ser el propio rey a partir de 1551. En 1780 fue secularizada, y a  partir del siglo XIX su actividad se redujo al mantenimiento de sus bienes y se convirtió en una orden honorífica, la mayor distinción del Reino de Portugal. Con la abolición de la monarquía hoy es la Orden Militar de Cristo, destinada a los funcionarios portugueses que hayan destacado en el desempeño de sus funciones.

La visita al castillo es muy interesante. Está preparado para ser una fortaleza inexpugnable, con una doble muralla de planta poligonal irregular. Los muros están levemente inclinados para dificultar el asalto con torres de asedio, y reforzadas con torres cuadradas para no dejar ángulos muertos. En sus tiempos dentro de ambas murallas llegó a establecerse una población bastante grande, casi una pequeña ciudad, que fue desalojada hacia el siglo XVI.
Ahora, lo que nos encontramos dentro es “solo” el convento de Cristo. Construido casi al mismo tiempo que el castillo por el Maestre portugués del Temple Gualdim Pais (piensen que la sobras del castillo se iniciaron en 1160 y las del convento en 1162) de planta octogonal, esa forma geométrica que tanto gustaba a los del Temple. Señales de los templarios hay en todas partes, si se las sabe buscar: En el centro del gran patio se levanta una fuente, (otra vez) de planta octogonal y con forma de cruz templaria. El Cristo que se adora en uno de los frescos de la iglesia no está crucificado, sino vencedor y glorioso, tal y como lo representaban los templarios. Un Cristo solar, custodio de la Energía Secreta del Universo, es decir, del Verbo Divino o Demiurgo. Un “Cristo Luciferino”, es decir, “portador de la luz” (nombre con el que figuraba en los textos templarios y que tanto pie dio a que los condenasen por satanistas y herejes). El Cristo gnóstico parido del contacto entre el cristianismo occidental y las filosofías orientales.
Otros elementos claramente templarios que podemos descubrir son la cruz templaria, repetida hasta la saciedad, y un adorno muy peculiar: Una rosa con una cara barbuda en su interior. Algunos ven en ella al misterioso Baphomet, la figura pagana que según los enemigos de la orden los templarios adoraban.
Con todo, no se me obsesionen buscando rastros ocultos. O si lo hacen, háganlo con un buen libro delante que les indique la fecha de las diferentes ampliaciones y restauraciones: El edificio que hoy podemos contemplar fue muy reformado por uno de sus más importantes Grandes Maestres,  nada menos que Enrique el Navegante, hijo, hermano y tío de reyes, que ostentó el cargo desde 1420 hasta su muerte y fue, de hecho, el auténtico impulsor de la exploración y conquista del imperio portugués. Dicen que esta obsesión exploratoria venía del deseo templario de volver a oriente, a sus orígenes, aunque fuera costeando África, Aunque claro, no fue el único que hizo ampliaciones y restauraciones: en el convento hay elementos góticos, renacentistas, manieristas e incluso algunos barrocos. 



No nos olvidemos que estamos buscando un tesoro. ¿Dónde buscar? Evidentemente, bajo tierra. La tradición dice que unos pasadizos subterráneos comunican el convento de Cristo con  la iglesia de Nuestra Señora del Olivar, no lejos de Tomar, mandada construir igualmente por  Gualdim Pais, el constructor, no lo olvidemos, del castillo y el convento. Entre los adoquines del suelo de la iglesia es fácil encontrar dos hileras de una piedra más grande que las demás y mucho más blanca. Se dice que es la entrada del famoso pasadizo. Y que no sólo lleva al castillo-convento, sino también a un tercer lugar, secreto. ¿La cámara del tesoro?





En busca del tesoro de los templarios 7. (y último) La Isla del Roble

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Teniendo en cuenta la relación entre Enrique el Navegante de Portugal y la Orden de Cristo (que en la práctica eran los templarios con otro nombre) por un lado, y los misteriosos bajorrelieves de la capilla de Rosslyn en los que algunos han creído ver mazorcas de maíz (es decir, un producto básicamente americano) por otro... algunos señalan que el tesoro de los templarios fue escondido mucho más lejos aún: en el llamado “Pozo del dinero” de la isla del Roble.

La Isla del Roble (en inglés, Oak Island) está situada frente a las costas de Nueva Escocia, Canadá. Es una isla de poca altura (11 metros en su punto más alto) y no muy grande, unos 570 metros cuadrados. En un principio, no destaca demasiado entre las otras 360 pequeñas islas e islotes de la bahía de Mahone.

La historia del famoso “pozo del dinero” se remonta a 1795. Un adolescente, Daniel McGinnis, encontró una polea que colgaba de una gruesa rama de un roble. Y justo debajo, una hendidura u hondonada en forma de circulo. Junto con dos amigos empezaron a cavar pensando en tesoros escondidos por piratas. Encontraron una capa de lajas de piedra a 30 cm. En las paredes del pozo también hallaron marcas de que había sido excavado artificialmente. A 3 metros. Se toparon con  una capa de troncos. Siguieron sacando tierra y finalmente, a los 10 metros. de profundidad, abandonaron la excavación al no encontrar nada. 





Cinco años más tarde, en 1803, una compañía prospectora, la Onslow Company, se interesó por la historia de los muchachos y excavó hasta los 27,43 metros de profundidad. Cada tres metros encontraban troncos o marcas, y sacaron  mantos de carbón, masilla y ¡fibra de coco! a 12, 15 y 18 metros. A 27 metros encontraron una piedra plana con símbolos escritos, que alguien tradujo como “14 pies abajo, 2,000,000 de libras esterlinas están enterradas” (No me busquen mucho esa famosa piedra, no hay fotos ni dibujos de ella y desapareció en 1912. Luego voy a ello). Parecía prometedor, pero entonces el túnel se inundó de agua hasta una profundidad de 10 metros y las obras fueron abandonadas.

Hubo otro intento en 1849, por parte de la Truro Company. Drenaron el pozo y siguieron cavando. La perforación atravesó una capa de madera a 30 metros, una capa de “fragmentos metálicos”, otra de madera, otra de metal, dos capas de madera más y algo más de 2 metros de arcilla

Bien... pues hasta aquí no se sabe a ciencia cierta qué parte es verdad y cual fabulación. La primera referencia escrita que tenemos de todo lo dicho anteriormente data de octubre de 1856, cuando el periódico Liverpool Transcript la publicó. Otros periódicos, a posteriori, se hicieron eco de la historia, pero tomando como única fuente de referencia este primer artículo.

Sea como fuere, las perforaciones se dispararon a raíz de la publicación de la historia: Están documentados trabajos de excavación y perforación en 1861 por la Oak Island Association, la cual llegó hasta una caverna natural. La empresa se declaró en quiebra en 1864, sin encontrar ni una mísera moneda. Otros tomaron el relevo en 1866, 1893 y 1909 (la  Old Gold Salvage group, de la que era accionista el propio presidente de los USA Franklin Delano Roosevelt)



En 1931 un tal William Chappell encontró a 50 metros de profundidad un hacha, un ancla y un pico. Pero tras tantos años de excavaciones y derrumbes, se dudó de que fueran herramientas originales de los que enterraron el tesoro, y no deshechos de excavaciones anteriores.

Entre 1935 y 1936, estuvo escarbando aún a mayor profundidad Gilbert Hedden, un magnate del acero que estaba convencido que ahí estaba enterrado el tesoro del capitán Kidd.

En 1959 la familia Restall también trató de llegar al supuesto tesoro. Apenas unos meses después de los inicios de las excavaciones el pozo se derrumbó sobre cuatro trabajadores que murieron asfixiados.

En 1965 Robert Dunfield empleó una grúa de 70 toneladas para agrandar el pozo si peligro de derrumbes... Tampoco encontró nada.

En 1967 la Triton Alliance, Ltd. compró casi toda la isla. En 1971 se excavó hasta los 72 metros de profundidad gracias a un pozo de cimentación de acero. Se alcanzó  un lecho rocoso. Se introdujeron unas cámaras que  descubrieron restos humanos, cofres y herramientas... pero las imágenes no eran claras en absoluto, y el pozo volvió a colapsar. La empresa, ¡oh qué sorpresa! quebró (y van...). Se iniciaron una serie de pleitos entre los deudores y los socios de Triton acerca de la propiedad de la isla, que se prolongaron varias décadas. Finalmente, la parte de la isla “interesante” fue comprada en el 2005 por 7 millones de dólares a un grupo financiero estadounidense... que a su vez especuló con el terreno vendiéndolo (por una cantidad no revelada) en abril del 2006.

Aún en el 2017 los hermanos Rick y Marty Lagina  estaban hurgando en el “pozo del dinero” esperando llegar al supuesto tesoro. Su prospección, popularizada por un documental de varios episodios del Canal Historia descubrió en febrero de ese mismo año una pieza de metal  de gran tamaño que podría haber formado parte de un cofre del tesoro.

¿Y en qué consiste el supuesto tesoro tan profundamente enterrado? Los hay que sugieren que el de los templarios, como ya se ha dicho. Ya saben: el Arca de la Alianza y, en su interior, el Santo Grial.
Los que justifican esta teoría dicen que los masones (considerados herederos de la mística templaria) mencionan en numerosos textos la alegoría de que ciertos secretos han de permanecer ocultos (“enterrados” dicen literalmente) ya que los no iniciados no están preparados para conocer la verdad... Personalmente lo encuentro un poco cogido por los pelos, pero bueno...
Pero los templarios no son los únicos “candidatos” a ser los que escondieron esas supuestas riquezas:

Un supuesto experto en lenguas antiguas, el profesor Barry Fell, indicó que los caracteres de la losa que la Onslow Company, encontró a 27 metros de profundidad en 1803 ¡eran nada menos que caracteres de un dialecto copto! Es decir, la “lengua común” o escritura sencilla que usaban los antiguos egipcios. Según esto, lo que estaría escondido en el fondo del pozo del dinero sería un tesoro de tiempos de los faraones... (Aunque vaya viajecito que se pegaron para esconderlo).
Sobre la famosa losa (ya les dije que volvería a ella) pasó al parecer de mano en mano, como objeto curioso. Se dice que un tal Smith, accionista de la Onslow Company, la tenía decorando su salón, sobre la chimenea. Se dijo también que tiempo después fue vista como decoración en el descansillo de la entrada del taller de un librero en Halifax. En algún momento estuvo en manos del Reverendo A.T. Kempton de Cambridge, Massachusetts, ya que éste le entregó una copia de los símbolos de la piedra al historiador Edward Rowe Snow, en 1951. que los reprodujo en su libro “True Tales of Buried Treasure,”

Otra leyenda afirma que lo que esconde son ¡las joyas de María Antonieta! Según esta teoría una criada fiel de la reina francesa escapó con las joyas escondidas en su ropa, por orden expresa de la reina. La criada huyó a Inglaterra ayudada por oficiales de la marina francesa. El plan era que cuando los reyes escapasen de Francia (cosa que, en efecto, trataron de hacer en 1791) ella se reuniría con ellos devolviéndoles el tesoro. Cuando estos fueron guillotinados partió a América y con ayuda de franceses monárquicos escondió profundamente el tesoro, en un lugar llamado “Acadia” con la idea de que cuando se restaurase la monarquía francesa se pudiera recuperar el tesoro. Según esta teoría Daniel McGinnis espió los trabajos de excavación y por ello se puso a cavar precisamente en ese lugar en 1795

En 1953 Penn Leary publica el libro “The Oak Island Enigma: A History and Inquiry Into the Origin of the Money Pit”, en el que afirma que el “tesoro” es en realidad ¡los textos originales de las obras de Shakespeare! firmadas por su verdadero autor, Sir Francis Bacon. Por increíble que parezca, esta teoría esta respaldada por dos investigadores noruegos:  Erlend Loe y Petter Amundsen

Suponiendo que haya un tesoro (cosa en la que, personalmente, tengo muy serias dudas) la hipótesis  más lógica sería la que pensaron originalmente los tres adolescentes que empezaron a cavar: Que el pozo esconde un tesoro pirata, de Edward Teach (Barbanegra), Henry Avery, o (el que tiene más defensores) el del capitán William Kidd, que tras su travesía como corsario por el Índico y al enterarse en Nueva York que lo acusaban de piratería enterró una parte del botín obtenido en  Isla Gardiners, (cerca de East Hampton) que fue recuperado gracias a la confesión de uno de los que le ayudaron a ocultarlo. Pero la mayor parte del tesoro que llevaba en las bodegas de su barco nunca fue encontrado, por lo que Kidd debió esconderlo en otro lugar ¿Quizá Oak Island? Sea como fuere, interrogado (antes de ser ejecutado) sobre el aparadero de dicho tesoro William Kidd se jactó diciendo que estaba “ donde nadie más que Satán y yo mismo pueda encontrarlo”

Los geólogos serios afirman desde 1911 que la hondonada del “Pozo del dinero” es de origen natural. La Isla del Roble descansa sobre un lecho calcáreo surcado por corrientes de agua tanto salada (del mar) en las orillas como dulce en el interior, filtrada por la lluvia de verano o la nieve de invierno. Estas aguas, en contacto constante con la piedra caliza, la van disolviendo, creando las constantes inundaciones naturales, así como cuevas naturales. Y si una cueva se crea muy cerca de la superficie, es posible que se hunda todo el terreno, creando una pequeña hondonada como la que encontraron  Daniel McGinnis y sus amigos en 1795. De hecho, hay hondonadas de mayor o menor tamaño repartidas por toda la isla.

Una leyenda dice que cuando mueran 7 personas en el pozo se descubrirá el tesoro. De momento, han muerto 6 (que se sepa). Yo, que ustedes, no iría a cavar ahí, no sea que sean la séptima víctima. Además, actualmente toda la isla es propiedad privada. Si quieren aunque sólo sea visitarla, necesitarán un permiso de los actuales dueños.

Hay una octava hipótesis sobre el tesoro de los templarios que dice que fue llevado por orden de Enrique el Navegante ¡hasta Madagascar! Y que de ahí la obsesión de los portugueses por costear toda África y tal y pascual. Pero aún está más cogida por los pelos que esta locura del pozo del dinero. Que el nombre está bien escogido, la verdad. Varias fortunas se han gastado sacando barro de un pozo en el que no hay ninguna prueba sólida que contenga nada.

Pero nadie dijo que la ambición humana fuera lógica ¿verdad?




Las Sectas (o Iglesias) Satánicas. 1. Los luciferinos.

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Para empezar, una aclaración: En contra de los que cree mucha gente los que adoran a Satán (los satanistas, vamos)... son cristianos. O al menos, una herejía del Cristianismo, o del Judaísmo, si se prefiere. Consideran que los libros sagrados que forman la Biblia fueron escritos “por los vencedores” en su conflicto... En este caso, claro, los adeptos a Dios y a su Iglesia. Esta afirmación suele fastidiar mucho a los satanistas, así que, si os invitan a uno de sus aquelarres, no lo comentéis a modo de chiste para romper el hielo...

Los satanistas más antiguos son los Luciferinos... que se enfadan a su vez mucho si se les llama “satanistas” (otro dato para no olvidar). Y es que los Luciferinos no creen que Lucifer y Satán sean el mismo ser... sino dos muy diferentes.

Así que en lugar de llamarles directamente “satanistas” les llamaremos “herejes”, que queda así como más neutro. Sea como fuere, el nombre aparece en la historia en el siglo IV de nuestra era. En concreto hacia el año 362, en el Concilio de Alejandría. En él el obispo Atanasio solicitó el perdón y la indulgencia para aquellos sacerdotes y obispos que en su día hubieran abrazado la herejía arriana (que, básicamente, sostenía que Jesús era hombre y no Dios). A esto se opuso ferozmente el obispo de Cerdeña, Luciferus (portador de la luz) de Cagliari, provocando lo que se llamó “el cisma luciferino” al negarse a acatar la decisión del concilio de conceder tal perdón (rencorosillo que era el hombre), y seguir su ejemplo numerosos miembros del clero de Italia y la Península Ibérica, que fueron llamados, evidentemente “luciferinos”. Por otro lado este cisma (más bien pataleta tozuda) no tenía alteraciones doctrinarias, así que la cosa acabó en agua de borrajas... salvo por un pequeño detalle secundario: Uno de los amigos de Atanasio era nada menos que Eusebio Hierónimo (más conocido como san Jerónimo) que, al traducir la Biblia al latín, tradujo el hebreo “helel” (lucero) que se menciona en Isaías 14.12-14 por “Lucifero”, anatemizando para siempre el nombre de su adversario doctrinal al relacionar su nombre con el del Diablo, o al menos con el del ángel rebelde que se alzó contra Dios (y que los hebreos relacionaban con Venus, la estrella o lucero del alba).

Hasta aquí, fetén. Por razones evidentes, los padres dejaron de bautizar a sus hijos como “portadores de la luz” (Lucifer), el nombre del obispo de Cagliari quedó denostado y a otra cosa. Pero la mezquina venganza de san Jerónimo tuvo un efecto secundario con el que nadie contaba. Otra secta herética del cristianismo, los gnósticos, se quedó con el nombre de Lucifero, el portador de la luz.
Los cristianos gnósticos creían que en el origen de todo, como no podía ser de otro modo, había una diosa Madre Creadora, Sofía (la Sabiduría) o Gnosis (Conocimiento). Ella empezó la Creación poco a poco, sin prisas, para hacerla perfecta. Entonces apareció el Demiurgo (Hacedor, constructor) el dios macho, que dijo algo así como: ¡Ja! ¡Qué lenta vas! Esto lo hago yo en siete días y aún me sobra uno! Y así lo hizo. Pero como lo hizo a toda prisa, lo hizo imperfecto, y por ello hay cosas buenas y malas en el mundo. Como tonto no era, el Hacedor se quedó con la parte mejor hecha, la que había creado al principio la Sabiduría. Y para que la diosa no le molestase con las críticas al mal apaño que había hecho, la convirtió en árbol. El famoso árbol del Conocimiento. Un ángel rebelde (que los gnósticos identificaron con Lucifer, el portador de la luz) le dio el fruto de ese árbol a Eva, que a su vez se lo dio a Adán. Así se volvieron sabios, y por lo tanto rebeldes, pues el mejor esclavo y sirviente es el ignorante. Enojado el Hacedor los expulsó del Paraíso a los tres (Adán, Eva y Lucifer) obligándoles a vivir en el mundo imperfecto creado a toda prisa...

Así, según los Luciferinos, Lucifer no es el enemigo de la Humanidad sino su valedor, a la manera del Prometeo griego. El adversario del ser humano, el que busca su perdición, es Satán. ¿Y Dios, el Hacedor? Pues con un punto de vista muy oriental, de él procede tanto el Bien como el Mal. Mantiene egoistamente para sí el Conocimiento, la Gnósis, la Sabiduría, Sofía convertida en árbol del Conocimiento en mitad del Paraíso perdido. Aunque una pequeña parte de ella fuera entregada por el “Portador de la Luz”, Lucifer, a la Humanidad... que, hija de la creación del Hacedor, tiene en su mano tanto la capacidad de hacer el bien como de hacer el mal, y es las dos cosas a la vez. Para los luciferinos, la iluminación es el objetivo final. Los principios luciferinos básicos resaltan la verdad y la libertad de voluntad, adorando al ser interno y al potencial máximo de uno mismo. No hacen falta dioses, no hace falta la promesa de un premio o la amenaza de un castigo para distinguir el bien del mal y hacer el bien. Todas las ideas deben probarse antes de ser aceptadas, e incluso entonces uno debe permanecer escéptico porque el conocimiento y la comprensión son fluidos.

Lucifer es, en última instancia, un arquetipo para los denominados luciferinos “puros”: una representación del último conocimiento y exploración: el salvador de la humanidad y un campeón para el crecimiento personal continuo. (Luego están los Luciferinos “teistas” que lo consideran un ente, una deidad real, que no debe ser adorada como el Dios Hacedor Judeo cristiano, sino venerada como maestra y amiga, como “espiritu guía” hacia ese conocimiento que desde el inicio de los tiempos ha sido vedado a la Humanidad. 

Sociedades luciferinas son (o fueron en sus inicios):

La Thelema o “Escuela de Libre Pensamiento”,   fundada por el escritor británico Aleister Crowley, (que era un poco... raro) basada en el mito de muerte y renacimiento del dios egipcio Osiris, identificado por los luciferinos como la versión egipcia de Lucifer (aunque a mi me chirría bastante su lema de “Haz tu Voluntad, será toda la Ley”, lo encuentro demasiado egoísta para ser cien por cien luciferino, pero bueno...)

​La Masonería, sociedad secreta fundada en 1717, que sigue la tradición luciferina afirmando que Lucifer es el Intelecto, que fecundó a Eva de su primer hijo, Caín, y que sus descendientes, los cainitas, representan a los intelectuales que transforman la humanidad y que dotan de libertad absoluta al hombre. Aunque claro, la masonería es laica y librepensadora, y advierte que lo anterior es una fábula que no debe ser tomada al pie de la letra.

La Teosofía, doctrina de pensamiento desarrollada por  Helena Blavatsky, Henry Steel Olcott  y William Quan Judge en la segunda mitad del siglo XIX. Su propósito es desarrollar filosofía y ciencia por medio de corrientes humanistas. Lucifer, al que llaman Metatrón, representa la Luz de la Razón.  La Sociedad teosófica, fundada por ellos en Nueva York en 1875, sigue más o menos activa en numerosos países. Su revista oficial se llama, evidentemente “Lucifer”

La Orden Hermética del Alba Dorada. Una escisión de la masonería inglesa, fundada en Londres en 1888 por William Wynn Westcott y Samuel MacGregor Mathers, el Duque de Wessex. Se consideran sucesores espirituales de los templarios y de los rosacruces originales alemanes, y aunque se declaran espiritualmente Luciferinos, consideran que el relato ha de ser tomado como una parábola simbólica.

La Orden de la Estrella de la Mañana (Order of the Morning Star) fundada por la astróloga británica Madeline Montalban en 1956, también se declara luciferina... aunque de una manera un tanto... rara.  (son frikis hasta para mi)

Iglesia Neo-Luciferina. Más raros aún que la anterior. Estos mezclan la gnosis, el esoterismo occidental, el vudú, el luciferismo, la thelema y la magia

Iglesia Mayor de Lucifer. La más moderna hasta la fecha, fundada en el año 2014 en Houston, Texas, bajo el liderazgo de  Jacob No, Michael W. Ford y Jeremy Crow, (éste último también fundador de la Luciferian Research Society).  En enero de 2015, los fundadores de IML presentaron documentos en el Juzgado del Condado de Austin para hacer negocios bajo el nombre IML. Jacob No describe a la IML como una organización que "sigue una filosofía y es una religión no dogmática, que enfoca sus enseñanzas hacia el mundo práctico”.  Sin comentarios...





Las Sectas (o Iglesias) Satánicas. 2. Los Paladistas. (Satanistas teístas).

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Los “paladistas” (de Palas, el titán que en la mitología griega representaba la sabiduría) quizá sean los únicos satánicos verdaderos, o al menos los que más se acercan a la idea popular del satanismo, en el sentido de que adoran, en efecto, a Satán, al que consideran un ente sobrenatural real, y practican rituales de magia negra para conseguir su favor. Este tipo de credo también recibe los nombres de “Satanismo tradicional” o “Satanismo espiritual”.

Al contrario que la Wicca, cuyas raíces hay que buscarlas en la brujería tradicional campesina, y aún antes, en los ritos neolíticos de fertilidad de la Diosa Madre, el satanismo paladiano o teista es mucho más reciente: Surge en Europa hacia el siglo XV – XVI como contraposición a la férrea represión social, de la que es cómplice una Iglesia cristiana corrupta, que señala que el orden de este mundo injusto está dictado por Dios: Él ha puesto a los poderosos nobles, con el rey a la cabeza, en lo alto de la jerarquía social, y debajo de ellos al clero, aplaudiéndoles con las orejas y cantando alabanzas, mientras la masa popular trabaja para alimentarles a costa de morirse de hambre... En este sentido empiezan a surgir grupos que se cuestionan que la Biblia diga la verdad, y que en el conflicto de los Cielos no resultara perdedor el bando protector del hombre. Es decir, Satanás.

(Los hay que rizan el rizo y señalan como origen del satanismo la adoración del becerro de oro por parte de los judíos mientras Moisés estaba de cháchara con Dios en el monte Sinaí. Esta gente ignora -u omite a posta, que es peor- que el becerro y el toro eran representaciones comunes del dios filisteo Dagán o Dagón. Pero bueno, ya se sabe...) 

Sea como fuere las primeras referencias escritas a movimientos y grupos de adoradores de Satán se encuentran ya en el siglo XVI, en puntos concretos de Francia, Italia, Inglaterra y Rusia (En España y Portugal intentos hay, pero como está también la Inquisición... pues eso). Aunque hay que separar el grano de la paja, debido a la manía de los clérigos a llamar “discípulo del Diablo” a todo supuesto hereje que se alejara de las doctrinas impuestas por Roma (como fue el caso de los “pobres” Dulcinistas en su día) hay algunos casos a lo largo de la historia que, de no ser una perversa invención posterior, son claramente satánicos... y bastante macabros: Las misas negras y los asesinatos rituales de Giles de Rais; los baños de sangre de doncella de la condesa Elizabeth Bathory;  el muy noble parlamentario inglés Francis Dashwood, y su selecto “Club Fuego Infernal”...

Estas actividades se mantienen más o menos clandestinas y aisladas, sin una unidad doctrinal, durante los siglos siguientes, hasta que en 1821 Alexis-Vincent-Charles Berbiguier de Terre-Neuve du Thym (vaya nombrecito, llámenlo Berbiguier a secas, como hacemos todos) publica en Francia “Les Farfadets”, un tratado sobre unos supuestos duendes o demonios que atormentaban al autor. El estudio de la demonología y el satanismo se ponen de  moda entre la burguesía francesa. Jacques Collin de Plancy ha publicado un poco antes (1818) su célebre “Diccionario Infernal”, con lo que los ocultistas y satanistas disponen de un detallado listado de seres diabólicos a los que adorar e invocar (y también las fórmulas y los rituales correctos para hacerlo). Ya en la segunda mitad del siglo XIX entran en escena los demonólogos Eliphas Levi (seudónimo de Adolphe-Luis Constant, por si les interesa); Joris-Karl Huysmans y sobre todo (ya a inicios del siglo XX)  Aleister Crowley quien en 1904 publica su "Libro de la Ley", sentando las bases del satanismo teísta moderno como movimiento contra-cultural (aunque su doctrina se confunda a menudo con la de los Luciferinos).

A nivel de credo y doctrina, entre los Paladianos hay dos corrientes de pensamiento:

Los que creen que el ente llamado “Satanás” es el Mal puro y absoluto, más poderoso en la Tierra que el mismo Dios creador, y realizan diferentes ritos para conseguir su beneplácito y ganarse su favor, ya sea para ganar poder o simplemente para que el Mal no les ataque. Su doctrina es sencilla: es una negación continua de lo que la Iglesia dice que hay que hacer:  Practican el fornicio simplemente para satisfacer su lujuria, se emborrachan y se drogan, no tienen respeto por los bienes ajenos, tratan de ser ante todo egoistas y es común entre ellos la blasfemia. Su símbolo más conocido es la cruz invertida, practican misas negras usando (a veces) como altar una muchacha desnuda y en lugar de la Santa Trinidad Padre-Hijo-Espíritu Santo dirigen sus rezos a la Trinidad diabólica  Lucifer-Satanás-Belcebú. Muchos practican la Magia negra, que ellos llaman de manera eufemística “la senda de la Mano Izquierda” (en contraposición con la magia blanca, llamada “la senda de la Mano Derecha”). Si su credo ha de resumirse en una frase esta sería “hágase MI Voluntad” (en contraposición al Cristianismo que dice “Hágase la Voluntad de Dios”).

Por otro lado hay otro grupo de Paladianos, más cercanos doctrinalmente a los Luciferinos, Ellos creen que Satán es el verdadero Dios, y que el que se autodenomina así es el principio de la Mentira, que ganó la rebelión de los ángeles malvados en el Cielo y que fue Dios-Satán el que fue expulsado a la Tierra. Este segundo grupo tiene una estructura doctrinal más sofisticada y no suele realizar rituales de magia. Consideran que Satanás promueve la libertad de pensamiento, el autoconocimiento... y (como no) el éxito material. No dicta un sistema de moralidad o anti-moralidad; no es el Mal porque no entiende la diferencia entre el Bien y el Mal. Cada ser humano es responsable de sus propias acciones, no debe dar cuenta a ninguna divinidad, ni será juzgado espiritualmente por ello (a nivel de la Ley de los hombres es otra cosa, claro).

Sociedades e iglesias paladistas fueron (o son)

Club Fuego Infernal (1749-1766)
Fue una sociedad de carácter altamente elitista fundada por el Duque de Wharton en 1749. Su doctrina se basaba en el Hedonismo (es decir, la búsqueda del placer por el placer) y un absoluto desprecio hacia la Iglesia Cristiana y sus creencias, que consideraban medievales y retrógradas. El acceso a este club estaba permitido únicamente a aristócratas que hubieran destacado en los campos político e intelectual. A partir de 1752 el club pasó a estar dirigido por el Barón sir Francis Dashwood, miembro del Parlamento inglés, Tesorero Real y Canciller del Reino. Se dijo de ellos que celebraban rituales satánicos y orgías, En realidad había más de lo segundo que de lo primero. Sus reuniones solían ser una bacanal más o menos controlada de alcohol y prostitutas, más que auténticos rituales satánicos.
Fueron miembros del club destacadas figuras de la política inglesa y americana, como Duque de Wharton, Robert Vansittart, Thomas Potter, Francis Duffield, Edward Thompson, Paul Whitehead, John Montagu, Earl of Sandwich, George Bubb Dodington, William Hogarth, John Wilkes y el renombrado masón Benjamin Franklin.

Orden de los Martinistas (1890-actualidad)
Sociedad secreta creada por los ocultistas “Papus” (seudónimo de Gérard Anaclet Vincent Encausse) y  Augustin Chaboseau, siguiendo la doctrina de Martínez de Pasqually (1727-1769), autor del libro “El Tratado de la Reintegración de los Seres a sus originales virtudes, poderes y cualidades”. Profundamente intelectual, sus enseñanzas buscaban el retorno del hombre a su Divinidad, considerando que la Humanidad era hija de Satanás, y por lo tanto habían sido expulsados del Cielo y del Paraíso y perdido su Divinidad, que puede ser recuperada.

Dragon Rouge (1989-actualidad)
También conocida como “Ordo Draconis et Atri Adamantis” fue fundada en Suecia  la noche de Año Nuevo de 1989 por siete jóvenes magos, liderados por el escritor Thomas Karlsson. Esta sociedad ocultista practica la magia negra con fines absolutamente prácticos y egoístas. Básicamente, para ayudar a sus miembros tanto en lo personal como lo laboral, Si uno de ellos progresa, el “Dragón Rojo”, la energía que les une a todos, crece también, por lo que todos se benefician del éxito de su compañero. Les interesa especialmente “el lado oscuro”, es decir, lo que llamamos “el Mal” u “obra de Satán”, pues para ellos no hay existencia completa si no se exploran tanto la luz como la oscuridad. No es una sociedad secreta propiamente dicha, ya que celebra regularmente conferencias y organiza visitas a lugares cargados de poder mágico. Más privadas son las ceremonias, prácticas mágicas y cenas con velada de debate  filosófico.  Existen logias de esta sociedad en Suecia, Alemania, Italia, República Checa, Grecia y Argentina.










Las Sectas (o Iglesias) Satánicas. 3. Los Laveyanos. (Satanistas ateos).

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En 1969 se publicaría un libro que sacudiría los cimientos del satanismo, al menos tal y cómo se entendía hasta entonces: La Biblia Satánica (también llamada Biblia Negra) de  Anton Szandor LaVey (nacido Howard Stanton Levey) un escritor y músico nacido en Chicago en 1930.  En ese libro resumía las creencias de su “Iglesia de Satán”, fundada por él mismo la noche de Walpurgis (30 de abril) de 1966.

LaVey postula que la verdadera naturaleza del hombre es carnal, no espiritual como dice la Iglesia cristiana. No ha de luchar contra sus impulsos y deseos, sino darles rienda suelta entendiendo que son “lo normal”. El ser humano no es más que un animal (más evolucionado que los otros, pero animal al fin y al cabo). El “pecado” no ha de entenderse como tal, sino como la verdadera liberación del ser humano. LaVey afirma que esta energía de origen carnal puede ser manipulada para fines personales mediante el uso de rituales mágicos. A esta naturaleza, esta fuerza para muchos “oscura” LaVey la llama, como tantos otros antes que él “Satán”. Es el símbolo de la inteligencia y la rebeldía: el ángel perfecto que se rebela contra su creador (Dios) al pensar por sí mismo y negarse a ser un esclavo. No obstante, LaVey deja muy claro en su obra que Satán no es ninguna entidad divina, que por lo tanto tiene que ser aceptado, pero no adorado. De hecho, desprecia a los Satanistas teístas tanto o más que a los cristianos. Así nació así el llamado “Satanismo Ateo.”

Pese a que LaVey considera al ser humano básicamente materialista e individualista (ni altruista ni solidario como abogan la mayoría de las religiones) sí sentó una serie de principios éticos para que sus seguidores pudieran vivir en sociedad. En concreto, nueve afirmaciones y once mandamientos.

Las “Afirmaciones Satánicas” de LaVey son: 

1 - Satán representa complacencia, en lugar de abstinencia
2 - Satán representa la existencia vital, en lugar de sueños espirituales
3 - Satán representa la sabiduría perfecta, en lugar del autoengaño hipócrita
4 - Satán representa amabilidad hacia quienes la merecen, en lugar del amor malgastado en ingratos
5 - Satán representa la venganza, en lugar de ofrecer la otra mejilla
6 - Satán representa responsabilidad para el responsable, en lugar de vampiros psíquicos
7 - Satán representa al hombre como otro animal, algunas veces mejor, otras veces peor que aquellos que caminan en cuatro patas, el cual, por causa de su "divino desarrollo intelectual", se ha convertido en el animal más vicioso de todos
8 - Satán representa todos los así llamados pecados, mientras lleven a la gratificación física, mental o emocional
9 - Satán ha sido el mejor amigo que la Iglesia siempre ha tenido, ya que la ha mantenido en el negocio durante todo este tiempo.

… Y los once “mandamientos LaVeyanos:

1 -  No des tu opinión o consejo a menos que te lo pidan.
2 -  No cuentes tus problemas a otros a menos que estés seguro de que quieran oírlos.
3 - Cuando estés en el hogar de otra persona, muestra respeto o mejor no vayas allá.
4 - Si un invitado en tu hogar te enfada, trátalo cruelmente y sin piedad.
5 - No hagas avances sexuales a menos que te sea dada consentimiento para hacerlos.
6 - No tomes lo que no te pertenece a menos que sea una carga para la otra persona y esté suplicando por ser liberada.
7 - Reconoce el poder de la magia si la has empleado exitosamente para obtener algo deseado. Si niegas el poder de la magia después de haber acudido a ella con éxito, perderás todo lo conseguido.
8 - No te preocupes por algo que no tenga que ver contigo.
9 - No hieras a niños pequeños.
10 - No mates animales (no humanos) a menos que seas atacado, o para alimento.
11 - Cuando estés en territorio neutral, no molestes a nadie. Si alguien te molesta, pídele que pare. Si no lo hace, destrúyelo.

En general, como se puede ver, una moral basada en el egoísmo y el “ojo por ojo”. Nada que ver con la caridad y aquello de “poner la otra mejilla”.

La Iglesia de Satán, donde LaVey predicaba su doctrina (y realizaba sus rituales y sus orgías) fue al principio una organización clandestina, organizada en “grottos” (de “grottas”, grutas en italiano). La principal estaba en San Francisco, (actualmente está en Nueva York) pero había otros como el Grotto babilonio en Detroit, el Grotto estigio en Dayton y el Grotto de Lilith en Nueva York. Cuando con el paso del tiempo la Iglesia de Satán fue reconocida en Estados Unidos como religión legal este sistema de club prohibido y secta clandestina desapareció... lo que le quitó encanto, según muchos.



Escisiones de la Iglesia de Satán son:

Templo de Set (1975)
Fundado Michael Aquino, uno de los hombres de confianza de LaVey. Su principal lugar de culto está en Santa Bárbara (California, Estados Unidos). Creen que el verdadero nombre del Diablo es Set, dios del Antiguo Egipto que representaba las tinieblas, la sequía y el desierto. Consideran que Set (el Diablo) no es una simple metáfora, sino una ente metafísico consciente y real. Los “setianos” practican una serie de rituales mágicos para aumentar su potenciar y auto-deificarse. Es decir, llegar a alcanzar ellos mismos la divinidad. 

Templo del Vampiro (1989)
Fundado por Lucas Martel, amigo íntimo de LaVey. Se trata de una Iglesia de voluntad internacional (y legal en los USA) dedicada a la religión Vampírica. Sus adeptos creen en la existencia de vampiros y hacen lo posible para parecerse a ellos y adoptar su forma de “vida” y costumbres... aunque en ello no está incluido el chupetearse la sangre unos de otros, para evitar acusaciones de canibalismo. Son muy estrictos con los temas de abstenerse de toda actividad criminal, comportarse de manera responsable y adulta. Muchos lo consideran un club de siniestros con cierto postureo y poco más.

Primera Iglesia Satánica (1999)
Fundada por Karla LaVey en San Francisco para  continuar con el legado de su padre, Anton LaVey. Las hijas de LaVey, Zeenna y Karla, no vieron con buenos ojos el nuevo rumbo que llevaba la secta, en especial con el liderazgo de  Peter Howard Gilmore, que trasladó la sede principal a Nueva York. Zeenna se hizo Suma Sacerdotisa del Templo de Set durante doce años (desde 1990 hasta el 2002, fecha en la que fundó su propia escisión setiana, el SLM (movimiento de liberación setiana). Karla prefirió refundar la Iglesia de su padre manteniendo su sede en California

El Templo Satánico (2013)
Con sede en Salem (Massachusetts) se define como “una organización no gubernamental dedicada al activismo político y cultural”. Aunque se confiesan Laveyanos, se diferencian de la Iglesia de satán original por su activismo político y su postura ideológica más humanista y socio-liberal. Gran parte de su activismo se mueve en torno a la separación entre la Iglesia y el Estado, el racionalismo, el escepticismo, los Derechos Humanos y los derechos de las minorías.

Las Sectas (o Iglesias) Satánicas. 4. (y último). La Wicca (Brujería tradicional)

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Mis buenas amigas wiccanas me van a  dar de collejas hasta en el DNI por incluir su religión en esta relación de sectas satánicas, pero en fin... No es por vosotras chicas, es por la creencia popular, que la gente no se entera. A ver si les informamos un poco. No me lancéis mal de ojo que me he echado una protección de espejo. Y recordad la ley de tres, leñe...

Para empezar... NO. Las (y los, que los hay) practicantes de la Wicca NO ADORAN AL DIABLO. Aunque lamentablemente, existe la idea comúnmente aceptada de que sí. Ya saben, brujas escoba, besarle el culo al macho cabrío...

Según sus practicantes, las raíces de la Wicca se encuentran en el Neolítico. Son las creencias “paganas” del culto a la fertilidad, anteriores al cristianismo, e incluso a la religión oficial romana (¿de dónde creen que deriva el término “pagano”? ¡Del latín “pagus”, que significa “campo”!) En las civilizadas ciudades se podía rezar a la religión oficial... pero en el mundo rural la situación era muy distinta. Convenientemente romanizadas primero y cristianizadas después, estas creencias se han mantenido hasta tiempos más recientes de lo que se piensa. Estas creencias solían ser despreciadas por la élite culta, que las tachaba de supersticiones campesinas, propias de mentes incultas que no comprendían los dogmas del pecado original, la virginidad de la Madre de Dios o el concepto de la Trinidad (ya saben, tres personas distintas y un solo Dios verdadero... No pretendan que se lo explique que yo tampoco lo entendí jamás. Y el padre Martín que nos daba la catequesis creo que tampoco. Se limitó a decirme en confianza que “en el Cielo lo entendería”)
La gente “rústica” no entendía pues los dogmas cristianos, pero veía día a día la fuerza de la naturaleza, veía las plantas morir cada invierno y renacer cada primavera, y le era más comprensible un culto basado en las fuerzas de la naturaleza, de la vida y de la muerte como parte de un ciclo de reencarnación. La Iglesia terminó asimilándolos con una política de palo y zanahoria: Por un lado, cristianizando los lugares sagrados, las romerías y ciertos ritos. Por otro, castigando con dureza a “las brujas” (y brujos, claro) como adeptos al Diablo. Vieja y socorrida idea sacada del judaísmo, que consideraba  demonios a todos los dioses que no eran el suyo...

Con todo, no nos confundamos: La Wicca (masculino, en femenino se dice Wicce, precedentes etimológicos en inglés antiguo de “Witch”) NO es la brujería antigua y medieval europea. Entre otras cosas, porque es difícil reproducir unos ritos y unas creencias de los que hay poco escrito... y lo que hay, salido de la pluma de los enemigos de esa religión.

La Wicca tan y como la conocemos hoy se debe en buena parte a Gerald Gardner, un funcionario retirado que en 1954 publica su libro Witchcraft Today (Brujería de hoy), cuya doctrina completa con su otro libro “The Meaning of Witchcraft” (El significado de la brujería) en 1959.  No es casual que sus libros salgan precisamente en la década de los 50. En 1951 fue abolida la última “Witchcraft Act” (Legislación de Brujería) existente en Gran Bretaña. Aunque databa del año 1735, leyes contra la brujería existían en Inglaterra desde el reinado de Enrique VIII (sí, ese de las seis esposas). Esa ley del siglo XVIII no condenaba a nadie a morir en la hoguera, pero sí castigaba a los autodenominados “brujos” a multas económicas, cárcel e incluso destierro.
Gardner apunta en sus libros que las tradiciones brujeríles se habían ido transmitiendo oralmente y en secreto, y él mismo había sido iniciado por el covenat (aquelarre) de brujas de New Forest, en Hampshire. Con todo, confesó que buena parte de los rituales estaban incompletos y él los había “reconstruido”.

No tardaron en salirle detractores, claro: Aidam Kely (antaño seguidor de Gardner) confesó en los 90 que los rituales de la Wicca fueron integramente inventados por Gardner, con poca o ninguna inspiración en los rituales ancestrales. De hecho, estos rituales recuerdan demasiado a la “Alta Magia” (o Magia ceremonial) de Eliphas Levi o Alberto Magnus, con toques de órdenes ocultistas e inciáticas como la Golden Down (que tampoco es tan raro teniendo en cuenta que  Aleister Crowley y Gardner habían sido amigos)

Cierto es que antropólogos serios como Margaret Murray, Robert Graves y Sir James Fracer apuntan en sus textos la existencia de un culto matriarcal prehistórico cuyas sombras y restos serían la brujería rural. Pero es dudoso que los rituales del aquelarre con el que contactó Gardner procedieran directamente de la prehistoria. Más bien, como señala Phillip Hesenton y sobre todo Doreen Valiente (que fue colaboradora de Gardner) ese aquelarre procedía de las iniciativas románticas de finales del siglo XIX en las que se ensalzaba la figura de la bruja y la brujería como contra-cultura libre, enfrentada a la Iglesia opresora. Isaac Bonewits incluso afirma que el resurgir práctico de la brujería no se produce hasta la década de 1920, cuando “algunos folcloristas se unieron con algunos rosacruces de la Golden Dawn y con supuestos brujos tradicionales familiares para producir el primer coven moderno en Inglaterra, y unieron de forma ecléctica las distintas fuentes que pudieron encontrar con el objetivo de reconstruir su pasado pagano”

¿En qué consisten exactamente las creencias wiccanas hoy en día? Bueno, al ser una religión descentralizada es difícil responder a esta pregunta. Las variantes más populares de la Wicca son la hereditaria, chamánica, gardneriana, alexandriana, céltica, tradicional, diánica-feminista, faerie y ecléctica... y seguro que me dejo más de una. Eso, sin contar las variantes locales. 

Con todo hay varios puntos en común en el credo de todos los wiccanos:
La más importante ley de esa religión es “Haz lo que quieras, sin hacer daño a los demás”. Cada persona puede vivir su vida en armonía, sin lastimar o dañar a otros. Ni meterse en sus vidas si no es invitado a ello,
También es común la “Ley de Tres”: “Aquello que hagas, tanto bueno como malo, te será devuelto por tres veces”.
Se usa magia, pero siempre blanca, en forma de bendiciones, nunca maldiciones ni mucho menos magia negra.
Tampoco creen en un Cielo o Infierno, sino en la reencarnación, y no tanto como un premio o un castigo sino como parte de un eterno ciclo vital de Muerte y Vida. 
Establecen una conexión espiritual con la Naturaleza entendida como “Gaia”, el espíritu vital de la Tierra.

Por ello, la mayoría de los cultos wiccanos que conozco están preocupados por el medio ambiente, el cambio climático y la preservación ambiental. Son ecologistas, muchos de ellos veganos y nudistas, para sentir así mayor conexión con la madre naturaleza. Y evidentemente, feministas. Suelen practicar el poliamor (como llaman ahora a esto del amor libre de mis tiempos mozos)

Celebran el día del Orgullo Pagano Mundial (el 20 de septiembre), aunque son mucho más importantes para ellos el Samhain (31 de octubre) o la fiesta de Yule (Solsticio de Invierno, 20-23 de diciembre)

En el Estado Español la Wicca está reconocida legalmente como Confesión Religiosa desde el 23/12/2011 (ya es casualidad, en plena festividad de Yule)



La Historia tras la Leyenda 1. Robin Hood

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La versión más conocida de la leyenda de Robin Hood es la que presentó Walther Scott en su novela “Ivanhoe” en 1820. Robin de Locksley es un noble sajón que se esconde de las injustas leyes del rey Juan Sin Tierra (que lo han declarado proscrito) en el bosque de Sherwood,  cerca de la ciudad de Nottingham. El sheriff de la ciudad trata infructuosamente de darle caza, y él, por su parte, cuenta con el apoyo del pueblo porque ayuda a los pobres y los oprimidos. Llegado el momento ayuda al rey Ricardo en su regreso al trono, así como al noble caballero Ivanhoe (supuesto héroe de la novela, aunque los otros dos secundarios se lo comen con patatas)

Las bases históricas de este personaje se encuentran, irónicamente, en épocas posteriores a las de Ricardo Corazón de León y Juan sin Tierra. La primera referencia a la leyenda de Robin Hood aparece en 1459, en la obra “La pequeña gesta de Robin Hood” editada por Wyrkyn de Worde, el primero en popularizar el uso de la imprenta en Inglaterra. Según esta obra los hechos son mucho más recientes a la época que nos ocupa:  En 1322, Thomas, conde de Lancaster, alzó en armas a sus súbditos, entre los que se contaba Bob, Rob o Robin Hood (nacido en 1290), contra el Rey Eduardo II de Inglaterra. La rebelión fue aplastada y se supone que Robin se refugió en el campo de Barnsdale, lindante con el de Sherwood. Se supone también que Robin atacó constantemente a los comerciantes que atravesaban el campo, hasta que el propio rey y otros nobles, disfrazados de monjes, (con armas escondidas y lorigas de malla bajo los hábitos) fueron a su encuentro, en un principio para prenderle. Les sorprendió que no solo no les atacaran sino que se ofrecieran a escoltarles hasta la salida del bosque. Dándose cuenta que no eran bandidos comunes, el rey reveló su identidad y prometió el perdón a Robin y los suyos si le juraban lealtad y le servían con fidelidad. Y al parecer, así lo hicieron. Hay un tal Robin en registros fechados en 1324, que prueban que recibió salarios por sus servicios al rey. Esta versión de la historia asegura que Robin Hood  se cambió el nombre a Fulke Fitz Warin, y que en 1350 (con 60 años) era conde de Hunttington.

Por otro lado “Robin Hood” puede traducirse literalmente por “Mirlo encapuchado”, “Robin el encapuchado”, o “Robin el truhan”. Robin, o su diminutivo Rob (o Bob) era una manera despectiva de los nobles normandos a la hora de referirse a los plebeyos (ya que, por otro lado, era un nombre de lo más común). Así que, si el DJ prefiere esta otra versión de la historia sí, los PJ pueden encontrase con uno o varios “Bob Hood”. Pues es el sinónimo, en la Inglaterra medieval, de un bandido. Aunque es dudoso que robe a los ricos para dárselo a los pobres...

La Historia tras la Leyenda 2. Milady de Winter

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Prototipo de mujer fatal, belleza malvada e intrigante asesina, el personaje de Milady en la novela “Los Tres Mosqueteros” de Alejandro Dumas no deja a ningún lector indiferente. Incluso los hay que postulan (y me confieso entre ellos) que es el personaje más redondo de la obra. Algunos llegan a sugerir que es la verdadera protagonista. Un personaje demasiado bueno para ser real.
Aunque como decía Evaristo San Miguel “la realidad supera la ficción” (once a uno, añade mi buen amigo Miguel Aceytuno, pero eso es una broma privada entre los dos)
Y es que Alejandro Dumas (padre) tenía mucha imaginación... pero no tanta. Se basó en un personaje histórico. Una agente de Richelieu que conspiró contra Buckingham y llegó, en efecto, a robar los famosos herretes .

Se llamaba Lucy Hay, y fue condesa de Carlisle. Nacida Lucy Percy en 1599 en Londres, era hija de  Henry Percy, IX conde de  Northumberland. En 1605 sir Percy fue acusado (al parecer con bastante motivo) de haber participado en la llamada “Conspiración de la Pólvora” que quiso volar el Parlamento Inglés en 1605. El encarcelamiento de su padre marcaría el destino de la joven Lucy. Aunque era popular en la Corte por su belleza y su aguzado ingenio, ningún noble de alcurnia quería desposarse con la hija de un traidor.  Hasta que conoció al viudo sir James Hay, conde de Carlisle. A éste no le importaban las habladurías (era amigo personal del rey Jacobo I y su lealtad estaba más que probada) y tener una esposa guapa, lista y joven, de la que podía ser su padre (ella tenía 18 años y él 37), era para él motivo de orgullo más que de otra cosa. Se casaron el 6 de noviembre de 1617.

Unida a la carrera de su marido en la Corte, la joven Lucy vio con preocupación el rápido ascenso del “advenedizo” George de Villiers, que de ser un noble menor sin importancia pasaría a convertirse, en una carrera meteórica, en favorito de Jacobo I y del príncipe Carlos. Cuando lo nombraron Duque de Buckingham ya gobernaba, de facto, el reino de Inglaterra... lo que porvocó que Lucy Hay se convirtiera en su acérrima enemiga.  Y ya se sabe, “el enemigo de tu enemigo...” Lucy Hay terminó reclutada como agente al servicio del cardenal Richelieu, es decir, del primer ministro de Francia. No está claro quién dio el primer paso. A mi me gusta pensar que fue el astuto cardenal, cuando Lucy acompañó a su marido a la Corte francesa para mediar en el conflicto de los hugonotes, en 1622. Sin duda, no hubo mejor ocasión que esa.

Sea como fuere, en 1625, y a la muerte del rey Jacobo, estalla un escándalo en la Corte inglesa cuando el Parlamento acusa a Buckingham de corrupción. El ya entonces Carlos I  salva a su amigo de la quema enviándolo a Francia a mediar en el conflicto hugonote, como hiciera su padre tres años atrás con John Hay. Aunque el duque no se ocupó mucho de los hugonotes y sí de asistir a fiestas y eventos de la Corte francesa, en los que tuvo quizá demasiadas atenciones con la reina Ana de Austria... también enemiga de Richelieu, por cierto. Éste vio la ocasión de matar dos pájaros de un tiro (es decir, librarse de dos enemigos políticos simultáneamente) y esparció el malicioso rumor de que la reina y el inglés eran... “bastante más que sólo amigos”. Según se cuenta (aunque no está del todo probado) la historia de los herretes, uno de los ejes de la novela de Dumas, fue cierta: Luis XIII había regalado a su esposa un espectacular collar de diamantes que la reina, a su vez, entregó a Buckingham como prueba de su amor. Enterado de ello, Richelieu encomendó a Lucy Hay la tarea de robarlo, misión que ella realizó con éxito. Con el collar en su poder, el cuco del cardenal convenció al rey para que celebrase un baile y le dijese a la reina que luciese el costoso y magnífico regalo que él mismo le había entregado años atrás. La reina Ana no se chupaba el dedo y gracias a varios sirvientes fieles y sobre todo a su amiga la también espía Marie de Rohan-Montbazon, duquesa de Chevreuse (oscuro y desconocido personaje del que un día tengo que hablar) logró en tiempo récord una réplica aceptable de la joya, con lo que su honor quedó a salvo. Y no, no intervinieron los mosqueteros. Para nada. Como tampoco intervino Lucy Hay en el asesinato de Buckingham (ya le hubiera gustado)

Lucy Hay no terminó sus días decapitada (como Milady de Winter) tras el asesinato de  Buckingham. Tras la muerte de su marido en 1636, viuda ociosa y adinerada, volvió a las intrigas políticas y el espionaje, haciendo un doble juego que, a la larga, le tendría que costar caro. Se inmiscuyó en el conflicto entre el rey Carlos I y los puritanos, haciéndose amante de manera simultánea  de Thomas Wentworth, conde de Strafford, parlamentario de la cámara de los lores, lord Diputado de Irlanda y consejero personal del rey Carlos I.... y de  John Pym, miembro de la cámara de los Comunes y líder del Partido Puritano. Al parecer fue pasando información privilegiada de uno a otro, aunque finalmente pareció que se decantaba por los puritanos, ya que los financió con numerosas sumas de dinero. Eso no impidió que mantuviera buena relación con los realistas, ofreciéndose como al rey Carlos I como “intermediaria” entre su augusta persona y los puritanos. Cromwell acabó más que harto de ella, y la hizo encarcelar acusada de espionaje y conspiración el 21 de marzo de 1649, apenas dos meses después de la ejecución de Carlos Estuardo. Cromwell quería afianzar su dictadura, y estaba una auténtica purga de realistas (o de sospechosos de serlo). Desde la Torre de Londres (no se sabe si ocupando la misma celda que su padre) Lucy siguió conspirando, esta vez a favor del retorno de Carlos II y la caída de Cromwell, manteniendo, gracias a su hermano Algemon, una larga correspondencia a base de cartas cifradas con el pretendiente al trono, exiliado en Francia.

Lucy Hay fue liberada el 25 de septiembre de 1650, tras pagar una cuantiosa fianza (y gracias a la intervención de su hermano). Pero ya nunca fue la mujer intrigante que había sido... No por falta de ganas, sino posiblemente porque ya no gozaba de ninguna credibilidad, ni con puritanos ni con realistas. Con todo, vivió lo suficiente para ver la caída de sus enemigos: La muerte de Cromwell (1658) y la restauración de los Estuardo (abril de 1660). Murió el 5 de noviembre de 1660, dicen que de apoplejía. Y quizá hasta sea verdad. 








La Historia tras la Leyenda 3. El Zorro

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El personaje de “El Zorro” nace en 1919 de la pluma de Johnston McCulley, en su novela “La maldición de Capistrano”. El éxito de la misma impulsó al autor a escribir más de 60 novelas sobre el personaje, la última de las cuales, “La máscara del Zorro” se publicó ya póstumamente. Otros autores, con posterioridad, tomaron el relevo. ¡Incluso una escritora tan seria como Isabel Allende! Pero el Zorro tiene muchas vidas, no sólo la literaria. Seriales radiofónicos, tele-novelas, series de televisión, dibujos animados, cómics y sobre todo una larga serie de películas han contribuido a la popularidad del personaje.

¿Y quién es el Zorro? Se trata de un misterioso espadachín enmascarado, vestido de negro, con capa y sombrero de ala recta, según l moda en California. Defiende a los pobres e indefensos de funcionarios corruptos y de otros villanos que actúan con impunidad gracias a su poder. Bajo su máscara se esconde don Diego de la Vega, un aristócrata hispano californiano que, a la manera de Bruce Wayne en el Batman de  Bob Kane y Bill Finger, finge una personalidad frívola e indolente. Las aventuras escritas por McCulley transcurrían en Los Ángeles durante la época del gobierno mexicano (entre 1821 y 1846), aunque adaptaciones posteriores lo han situado durante la etapa virreinal española. ¡Incluso una película italiana de 1963 lo sitúa en el siglo XVII, enfrentado nada menos que a los tres mosqueteros! (Se lo juro: el film se llama “El zorro y los tres mosqueteros”. Véanla, si lo desean, bajo su propia responsabilidad)

McCulley según su propia confesión, creó el personaje basándose principalmente en un personaje histórico: El bandido Joaquín Murrieta Orozco, apodado “El Patrio”, “El Bandido de la Montaña”, “El Jinete sin cabeza”, “El Coyote”... y “El Zorro”.


Sobre su lugar de nacimiento hay dos teorías:
La más aceptada dice que nació en el estado de Sonora (México), donde el apellido Murrieta es común, y donde junto a su hermano se dedicaba a la cría de caballos.
Otra afirma que era de origen chileno, nacido en Quillota, a unos pocos kilómetros al norte de la ciudad de Valparaíso. Esta tésis afirma que fue soldado en la escolta de Manuel Bulnes Prieto, presidente de la República de Chile entre 1841 y 1851, teniendo que huir del país por haber dado muerte a un alto oficial del ejército chileno (que había matado a un hermano menor de Joaquín).

Sea como fuere en 1850 Joaquín Murrieta, su mujer Rosita Félix y su hermano menor Carlos se encuentran en California, en plena “fiebre del oro”. Muchos mexicanos y chilenos (junto con gentes un poco de todas partes) se han trasladado allí en busca de la quimera del oro que dicen que empiedra los ríos y se puede sacar sin esfuerzo. Evidentemente, es una exageración... pero algunos compatriotas tienen suerte. Eso no gusta en absoluto a los blancos de origen anglosajón o europeo, que consideran que el oro californiano les corresponde a “ellos” y no a desarrapados “greasers” (grasientos, nombre despectivo con el que se referían a los hispanos). La cosa fue que el gobernador de California general Persifor Smith acusó al colectivo latino de “alterar el orden” y firmó un edicto de expulsión: A partir de la notificación se les daba tres horas para irse... sin llevarse absolutamente nada más que lo puesto. Ni sus pertenencias, ni sus herramientas de buscadores de oro. Ante las protestas (y los disturbios que ocasionó la puesta en práctica de la ley) ésta se suavizó: Podían quedarse... pero como “eran extranjeros” se les impuso un impuesto especial de 20 dólares mensuales (el llamado “Foreign Miners Tax” algo que no se exigía a irlandeses, polacos, alemanes y otros europeos, por cierto). Además, las autoridades “miraban para otro lado” en los delitos causados por la población anglosajona y europea contra la población latina.
Lo más irónico es que, hasta 1848, esas tierras formaban parte de México. Los 75.000 hispanos nacidos allí se convirtieron, de un día para otro, en extranjeros en su propia patria.

En este clima de racismo y hostigamiento, Carlos Murrieta fue ahorcado sin juicio acusado del robo de un caballo. Y a Rosita Félix la violaron y la asesinaron. Hubieran matado a Joaquín, pero no estaba en casa ese día. Lamentarían (y mucho) no haberlo encontrado. Joaquín Murrieta no se molestó en denunciar el caso a las autoridades: Al fin y al cabo, era ilegal que un hispano denunciase “a un blanco” por cualquier delito, real o ficticio. En lugar de ello, decidió tomarse la justicia por su mano. Al igual que muchos otros se hizo bandido. Pronto figuró como integrante de una curiosa banda llamada “los cinco Joaquines”, ¡pues todos sus miembros se llamaban Joaquín! (Joaquín Murrieta, Joaquín Botellier, Joaquín Carrillo, Joaquín Ocomoreña y Joaquín Valenzuela). Luego se convirtió en líder de su propia banda, junto a otro bandido que se convirtió en su lugarteniente y mano derecha: Manuel García, más conocido por su alias de “Jack Tres Dedos”. Entre los años 1850 y 1853 se atribuyen a Joaquín Murrieta y sus asociados robos por un total de 100.000 dólares y más de cien caballos, así como la muerte de 22 personas (tres de ellos, agentes de la ley). Sin embargo, nunca atacaron ni robaron a un mexicano ni a otro hispano. De hecho, esa comunidad les protegía y ocultaba cuando había necesidad.

Para detener a Murrieta el nuevo gobernador de California John Bigler creó el 11 de mayo de 1853 un grupo especial de alguaciles, que fue bautizado como “Rangers de California”, al mando de un ex Ranger de Texas llamado Harry Love. En realidad eran un grupo de caza recompensas sin escrúpulos a los que el gobernador prometió inmunidad total y una recompensa de 5.000 dólares (una suma más que considerable para la época) si le traían la cabeza de Murrieta. El recién creado grupo tuvo un éxito asombroso: algo más de un mes más tarde (el 25 de julio) se enfrentaron a un grupo de bandidos mexicanos matando a dos... ¡que “casualmente” resultaron ser Murrieta y su lugarteniente, “Jack Tres Dedos”! Como prueba de la muerte de los bandidos Harry Love y sus hombres le cortaron la cabeza a Murrieta y la mano a “Tres Dedos”, colocándolos en un jarrón de Whisky para que no se pudrieran. Estos macabros trofeos fueron exhibidos en Stockton, San Francisco, y otras ciudades de California , donde la gente podía verlos previo pago de 1 dólar. Terminaron en el Golden Nugget Saloon de San Francisco, hasta que el local (y sus trofeos) fueron destruidos por el terremoto de 1906.


Aunque Harry Love y sus hombres cobraron la recompensa, hubo gente que denunció que ésa cabeza no pertenecía a Murrieta, pues el bandido tenía una cicatriz muy característica en la mejilla. Del mismo modo, aunque las autoridades lo negaron siempre, hubo quien afirmó haber visto a Murrieta participar en otros asaltos y robos, atribuidos a otros bandidos. Una tradición afirma que el bandido aprovechó la confesión de su supuesta muerte para volver a México junto a su cuñado  Jesús Félix, dedicándose a la captura y venta de potros salvajes, que luego vendían entre Sonora y Veracruz. Incluso llegó al San Francisco Herald en 1875 una carta, escrita al parecer por el mismo Murrieta, en la que afirma en tono de chanza que “aún conservo mi cabeza”. Según esta hipótesis, Murrieta murió plácidamente en algún momento entre los años 1880 y 1890. Se dice que su tumba se encuentra en el pueblo de Cucurpe, en Sonora.


La Historia tras la Leyenda 4. Red Sonja

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Sí, ya sé, la compañera de Conan con su característico bikini de cota de malla no se basa en ninguna persona real... pero pocas veces una ficción ha sido tan tergiversada como con este personaje.

La primera aparición de Red Sonja se produce en el número 23 (febrero de 1973) de la colección de cómics Conan el Bárbaro, de Marvel Comics, nacida del lápiz del dibujante inglés Barry Windsor-Smith y de la imaginación del guionista estadounidense Roy Thomas. Quizá les sorprenderá a algunos, pero esta primera Red Sonja, (alter – ego femenino de Conan) tiene formas de gacela y unas larguísimas piernas de infarto... pero lleva una cota de malla muy funcional, que le cubre todo el torso.  No se me extrañen. El Conan de  Barry Windsor-Smith es atlético pero delgado en comparación con la masa abultada de músculos que será más tarde, con Buscema. Y suele ir mejor protegido: Un característico casco con cuernos, a menudo una cota de malla o cuero y muchas veces un escudo. Nada del pack “taparrabos, sandalias y espada” que luego se convertiría en el uniforme pseudo oficial del personaje.
¿Y de donde sale el bikini de cota de malla de Red Sonja? Pues de los pinceles de nuestro compatriota Esteban Maroto, que le envió a Roy Thomas (por entonces editor de  Savage Sword of Conan)  una ilustración en la que Red Sonja lucía un cuerpo más voluptuoso apenas cubierto por un escueto bikini de cota de malla, muy en el estilo de Maroto en los 70. Y con el famoso bikini se nos quedó la moza... Con una imagen muy diferente a la que en su día concibió Robert Howard.


El personaje original de Howard nunca pisó la tierra de Hiboria. Su nombre es Sonya “la Roja” de Rogatino, y aparece en un único (pero magnífico) relato de ficción histórica: “La sombra del buitre”, ambientado en el asedio de Viena por parte de los turcos en el año 1529.  El Sultán Suleimán lanza contra la ciudad entre 100.000 y 200.000 atacantes, entre los que se encuentran las tropas de élite turcas, los jenízaros. No tienen artillería (debido a un muy oportuno accidente) pero las murallas de la ciudad no son en absoluto formidables. De hecho, son tan bajas que los Vieneses llaman a la muralla “el seto”.
Defienden “el seto” 20.000 combatientes austríacos, auxiliados por 1.000 lansquenetes alemanes dirigidos por el conde Nicolás de Salm, y 700 arcabuceros españoles, puestos bajo el mando de Felipe Palgrave... Y entre ellos, como una igual, se encuentra Sonya la Roja. Cedo la palabra a Robert Howard:

Era alta, magnífica, y, aunque delgada, demostraba una gran fortaleza.  Bajo el casco de acero sobresalían unos cabellos rebeldes que caían sobre sus amplios hombros, como una cascada de oro rojizo reluciendo al sol. Las botas altas de cuero cordobés alcanzaban hasta la mitad de su muslo, sobre unos pantalones holgados; introducida en ellos, lucía una fina coraza anillada de fabricación turca.  Ceñía su delgado talle con un cinturón ancho de seda verde en el que llevaba cruzadas dos pistolas, una daga y, colgando, un largo sable de Hungría.  Una capa escarlata caía indolente desde sus hombros.”

Sonya de Rogatino odia a los turcos, en parte por vergüenza, y los combate para limpiar el honor familiar. Pues ella es hermana de la odalista favorita del Sultán, Roxelana, de nombre musulmán Hürrem... que sí es un personaje histórico.



Nacida como  Aleksandra Lisowska nació en Rohatyn, (“Rogatino”), Ucrania, en 1504. Con apenas seis años es raptada por los tártaros, vendida como esclava en Crimea. Convertida a la fe musulmana y ya con el nombre de “Hurren” fue regalada al Sultán Otomano Selim I, pasando a formar parte de su harem. Cuando el Sultán murió en 1520 ocupó el trono su hijo Suleiman “el Magnífico”, que convirtió  a Hurren en la jefa del harem y en su odalisca favorita. Para escándalo de todos terminó casándose con ella en 1528. Fue su única esposa legítima, y la primera mujer en el imperio turco que ostentó el título de “Haseki” (el equivalente a Sultana). Le dio seis hijos a su esposo, (cinco de ellos antes de ser coronada) y participó activamente en el gobierno del imperio como la más fiable consejera del Sultán. Sin duda fue una mujer formidable, conocida en occidente como “Rojelana” o “Roxelana”, debido al intenso color rojizo de su larga cabellera. Vamos, que Howard hizo los deberes y por lo menos se leyó un par de libros de Historia a la hora de documentarse para su novela corta (que ya es más que lo que hacían muchos de sus colegas).

¿Hubo mujeres combatientes como Sonya la Roja en la Europa del siglo XVI? Sí, por supuesto, aunque eran discretas y se hacían pasar por hombres. La más célebre fue Brita Olofsdotter, una mujer finlandesa que destacó por su valentía en la caballería sueca. Siendo viuda se alistó (posiblemente por la paga) y participó en la guerra de Livonia. Murió en una batalla en 1569, y fue al amortajar su cadáver que se descubrió su verdadera identidad. El mismo rey  Juan III de Suecia ordenó que fuera enterrada con honores militares, como la valiente soldado que había sido, y que las pagas atrasadas fueran entregadas a su familia, como se hacía con los otros soldados.


La Historia tras la Leyenda 5. V

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El personaje de “V de Vendetta”, con su característica máscara, apareció por primera vez en un cómic, publicado en la revista inglesa Warrior en 1982. Sus autores, Alan Moore (guión) y David Lloyd (dibujos), lo enmarcaron en un futuro cercano distópico: Quince años en el futuro (de 1982, es decir, estamos en 1997) el mundo ha sido parcialmente destruido por una guerra nuclear. Las islas británicas, que han salido más o menos bien paradas de la contienda, están bajo el férreo control de un gobierno de corte fascista-totalitarista. Un héroe de origen misterioso, que se esconde  tras una máscara de Guy Fawkes, lucha contra los sicarios del régimen tratando de destruir el Parlamento (símbolo del gobierno británico, tanto en esa ficción, como en el pasado o el presente reales) como tratara de hacer Fawkes. Pero el personaje de V  no presenta una alternativa al gobierno. Quiere que la gente se sacuda el yugo que les oprime pero, con un subtexto plenamente anarquista, no ofrece sustituirlo por nada. Eso depende de la gente. Ser libre implica la opción de pensar y decidir, no de limitarse a obedecer o aceptar sin más lo que se les proponga. V no lucha por o para el Pueblo. V ES el Pueblo. Bajo su máscara puede estar cualquiera, y de hecho están todos.
El personaje se hizo aún más popular con la película del año 2005 (aunque se redujo bastante el mensaje anarquista) y en el 2008, cuando la máscara de “V” fue adoptada como imagen por el grupo Anonymus.

Posiblemente al Guy Fawkes histórico le daría una apoplejía si resucitara y se diera cuenta de lo que  simboliza actualmente su imagen. 





Nacido en 1570 en el seno de una familia anglicana, se convirtió al catolicismo (por influencia de su padrastro) en 1586, con 16 años recién cumplidos. Cinco años después vendió las propiedades que había heredado de su padre y marchó a Europa para hacerse soldado y combatir en el muy católico ejército español del archiduque Alberto de Austria. Allí aprendió, entre otras cosas, a manejar explosivos, una habilidad que luego encontraría muy útil. Hacia 1600 visita España, donde castellaniza su nombre a “Guido”.
Hacia 1604, volvió a Inglaterra, reclutado por su amigo de la infancia John Wright  para una conspiración liderada por el católico Robert Catesby: los conjurados pretendían nada menos que volar el Palacio de Westminster con explosivos (en concreto, 36 barriles de pólvora, unos 800 kilogramos) que colocados en un sótano justo debajo de la Cámara de los Lores asesinarían al rey Jacobo I de Inglaterra junto a mucha de la aristocracia protestante. Aprovechando la confusión y que varios de ellos estaban infiltrados en el Palacio secuestrarían a los infantes reales, eliminarían o obligarían a renuncikar al trono al príncipe Carlos y colocarían en el trono a la joven  Isabel Estuardo, hija del rey Jacobo, que por su edad (en el momento de la conspiración tenía nueve años) sería fácilmente manipulada por ellos. Así lograrían derrocar a la Iglesia anglicana y devolver a Inglaterra al seno de la Iglesia católica, de la que se había separado cien años antes. (Se sospechó, aunque nunca se pudo demostrar, que la conspiración fue financiada al menos en parte por España, el enemigo natural de Inglaterra, y bien que pudiera ser cierto, aunque oficialmente se negó siempre).

Algunos de los conspiradores habían formado parte de la rebelión del conde de Essex contra Isabel I, en 1601. Otros se sentían decepcionados por el nuevo rey, que pese a ser hijo de una católica devota (la reina María Estuardo de Escocia) no había derogado las leyes anti-católicas dictadas por Enrique VIII. De hecho, las endureció, expulsando del país a los sacerdotes católicos y dictando una ley por la que se prohibía a los católicos recibir rentas o hacer testamentos (por lo que, al morir sin testar, sus posesiones pasarían a ser propiedad de la Corona). Otros, finalmente, eran nacionalistas ingleses o escoceses que quería abortar por todos los medios una supuesta unión entre ambos países, ahora que ambos tenían un mismo rey. En total eran trece los conjurados, aunque el “núcleo duro” lo formaban el cabecilla Robert Catesby, su primo Thomas Wintour, John Wright, Thomas Percy y el propio Guy Fawkes.

Sin embargo, la conspiración fue descubierta en el último momento, tras dieciocho meses de cuidadosa planificación. Uno de los conjurados,  Francis Tresham, envió una carta anónima a su primo Lord Monteagle avisándole de que no asistiera a la reunión del parlamento el 5 de Noviembre. Éste era católico, pero leal al rey, por lo que informó del anónimo al primer ministro, poniendo así al gobierno en alerta. Guy fue arrestado hacia la medianoche del 4 de noviembre de 1605, al ser descubierto en los sótanos del Parlamento, junto a los explosivos. Acusado y condenado por traición a la Corona, se decretó la ejecución más cruel de la ley inglesa, reservada para estos casos: Ser colgado (que no ahorcado, se le ponía la soga y se izaba, con lo que el cuello no se movía sino que se ahogaba lentamente, pataleando entre 5 y 10 minutos, en algunos casos hasta 15). Pero la ejecución no acababa ahí... sólo empezaba.
Cuando el reo dejaba de patalear (lo que indicaba que estaba prácticamente muerto) se le descolgaba y se dejaba que se reanimara un poco. Entonces lo ataban a unos caballos que lo arrastraban por las calles, cuidando de que tampoco muriera, sólo sufriera laceraciones por todo el cuerpo. Y finalmente era descuartizado lentamente. Tal suplicio mereció Thomas Wallace, el rebelde escocés “Braveheart”, y los amantes de Catalina Howard, la quinta esposa de Enrique VIII, entre otros. Pero Guy Fawkes burló a sus verdugos. Logró zafarse y saltó del patíbulo, que estaba bastante alto, para que todos vieran su ejecución. Se rompió el cuello y murió en el acto.
Los demás conjurados sufrieron peor suerte: Robert Catesby, Thomas Percy,  John Wright y su hermano Christopher murieron al ser detenidos (o murieron a consecuencia de las heridas sufridas). Los otros ocho conjurados fueron capturados, más o menos heridos, y condenados a la muerte de la que logró zafarse Guy.

La llamada “Conspiración de la pólvora” trajo como consecuencia un recrudecimiento de las leyes anti-católicas: Se les prohibió servir como oficiales del ejército o en la marina y se negó su derecho al voto, ley que no se levantaría hasta 1829,

Y por decreto real, cada 5 de Noviembre por la noche es recordada la conspiración de Guy Fawkes en la llamada “Noche de las Hogueras” (Bonfire Night), también llamada “Noche de  Guy Fawkes”. Se encienden hogueras, se queman en ellas peleles que representan al conspirador y se hacen estallar petardos y fuegos artificiales. Una celebración que a algunos nos recuerda mucho la Noche de San Juan.


La Historia tras la Leyenda 6. Calamity Jane

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Exploradora, cazadora de bisontes, luchadora contra los indios, soldado a las órdenes de Custer, amante de Wild Bill Hickok, tahúr, bebedora, pendenciera y muy certera con las armas de fuego, Calamity Jane representa posiblemente el prototipo de mujer aventurera del Salvaje Oeste. Le han dado rostro en el cine  (entre otras) Yvonne De Carlo (“Calamity Jane and Sam Bas”, 1949); Doris Day (“Calamity Jane”, 1953) y Ellen Barkin (“Wild Bill” 1995). Más recientemente en televisión  Robin Weigert (Deadwood, 2004-2006) interpretó a una Calamity menos glamurosa, más malhablada y más que posiblemente mucho más cercana a la persona real. Una persona que alimentó su leyenda en vida, y se aseguró que prosiguiese tras su muerte.

Martha Jane Canary nació en Princeton, Misuri, posiblemente en 1852, hija de Robert y Carlotte Canary. Fue la mayor de tres hermanos (otras fuentes dicen que de seis). No recibió una educación formal, pero al menos sabía leer y escribir. A la muerte de sus padres (su madre fallece en 1866 y su padre apenas un año más tarde, en 1867) Martha, con quince años, se convierte en la cabeza de familia, haciendo lo imposible para evitar que sus hermanos mueran de hambre. Se trasladaron a Wyoming, en la frontera con el Territorio Indio. Paradójicamente, allí la vida era un poco más fácil para unos huérfanos... pues no había leyes ni agentes que se metieran en su vida. A los 17 años ya tenía experiencia como  lavandera, camarera, cocinera, enfermera y bailarina de salón (quizá hasta de prostituta ocasional). También era una experta tiradora y una consumada jinete, habilidades que le fueron muy útiles cuando, en 1870, con 18 años (aunque en su autobiografía afirmó que tenía sólo 14) y libre ya de la responsabilidad de cuidar de sus hermanos,  se alista como exploradora para el ejército. Adoptó como vestimenta parte del uniforme estadounidense, aunque seguramente nunca fue un soldado en el sentido estricto de la palabra. En los siguientes cinco años sirvió a las órdenes (principalmente) del General Crook en las guerras indias. Ella dijo que también sirvió a las órdenes de Custer, pero posiblemente es una licencia (otra más) con las que adornó su autobiografía.  Es en esa fecha donde recibe el apodo de “Calamity Jane”, Según ella, por haberle salvado la vida a su superior directo, el capitán Egan, en una emboscada de los indios en Goose Creek. Según otras fuentes, porque era tan irascible, malhablada y temperamental (sobre todo cuando iba bebida, lo que era muy habitual) que meterse con ella era arriesgarse a “sufrir una calamidad”.

En 1875 acompaña (como exploradora, evidentemente) a la expedición geológica Newton-Jenney a las Colinas Negras,  territorio sagrado de los indios. Uno de los expedicionarios, JK Lane, cirujano en funciones, escribe al regreso de la expedición un artículo para el  Chicago Daily Tribune. En él cita a Martha Jane Canary como “Calamity Jane”, iniciándose así su leyenda, en ocasiones muy apartada de la realidad. Esta descripción romántica inspiró al novelista  Edward Wheeler, que la incluyó como personaje de su novela “Deadwood Dick, The Prince of the Road” (publicada el 15 de octubre de 1877). Es una especie de pistoletazo de salida. Una legión de escritorzuelos empiezan a hacerla aparecer (con su consentimiento o, las más de las veces sin él) en las novelas de 10 centavos, describiéndola como infalible con el rifle, la pistola y el látigo, así como consumada jinete, escaladora y nadadora. Y sobre todo, gran matadora de indios. Por supuesto.

Aunque en la expedición no se realizan prospecciones, pues el único fin de la misma es cartografiar el territorio, corre la voz de que se ha descubierto oro en las montañas, lo que provoca una nueva guerra india (la Gran Guerra Siux de 1876-77, en la que fallecería Custer).
Ese mismo año llevó a cabo la hazaña (verificada) de llevar un correo miliar por 90 millas de territorio hostil, teniendo que cruzar el río Plate a nado y sufriendo una pulmonía a consecuencia de ello que casi la mató. Pese a ello no recibió ningún reconocimiento oficial. Quizá resentida por ello dimitió de su trabajo como exploradora poco tiempo después. Otros dicen que el propio Crook ordenó que la expulsaran, al descubrir que alternaba su función de exploradora con la de lavandera (lo que no era tan grave) y la de prostituta (lo que ya lo era un poco más).

En 1876 se establece en Deadwood, Dakota del Sur, en las Black Hills. Según testimonios fiables trabaja para Madame Dora DuFran, primero como una de sus “chicas” (es decir, como prostituta) y más tarde como cocinera y lavandera. Malas lenguas dicen que la mudanza de su ocupación se debió a que espantaba a sus clientes con su lenguaje y sus maneras. En Deadwood conoció a Wild Bill Hickok y Charlie Utter, (hay quienes dicen que llegó a la población en la caravana de éste último). Calamity desarrolló una fuerte admiración hacia Will Bill, obsesionándose por él. Posteriormente, y tras el asesinato de éste, Calamity llegó a afirmar que se habían casado en secreto y que había tenido un hijo suyo, que había dado en adopción.  Posiblemente, otra mentira más, destinada a alimentar su creciente leyenda. (Hickok acababa de casarse con Agnes Lake Thatcher, de Cheyenne, Wyoming, y es dudoso que se enamorara de Calamity).

Pero que las fanfarronadas de la (demasiado) bebedora Calamity no nos hagan ignorar sus buenas acciones... y lo cierto es que se hizo famosa en Deadwood principalmente por dos: Salvó a los pasajeros de una diligencia ayudándoles frente al ataque de unos indios, y cuando de resultas de la reyerta murió el conductor,  John Slaughter, ella misma condujo la diligencia hasta Deadwood.
También, a finales de 1876, a raíz de una epidemia de viruela destacó en la labor de cuidar a los enfermos de la población, afirmando que “si no me han matado las flechas indias no lo hará una (CENSURADO) enfermedad de (CENSURADO)”

En 1884, en El Paso (Texas) conoció a  Clinton Burke, un cowboy y conductor de diligencias con el que se casó en 1885. Tuvieron una hija dos años más tarde, pero no fue un matrimonio feliz, y finalmente se separaron en 1895. Al año siguiente, con 44 años de edad, fue contratada para el espectáculo del “Salvaje Oeste” de Bufalo Bill. Poco después publicó una autobiografía llena de exageraciones: “Calamity Jane's Tall Tales, Told by Herself” (escrita con ayuda de un escritor anónimo, pues ella apenas sabía leer y escribir) que hacía vender en la puerta de los espectáculos en los que participaba. También comercializó fotografías de ella misma vestida a la manera de “exploradora aventurera”. Se puede decir que se convirtió en un personaje, y lo explotó mediante el merchandising. Su última aparición pública fue Panamericana en Buffalo, Nueva York, en el verano de 1901. Quedó ciega poco después (posiblemente por una rinopatía debido a una diabetes provocada por su alcoholismo). 
Murió en el año 1903, a los 51 años, de una infección intestinal complicada con  neumonía.
Su última voluntad fue ser enterrada cerca de Wild Bill Hickok en el cementerio de Mount Moriah, en la ciudad de Deadwood.

La Historia tras la Leyenda 7. Roque Guinart

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Nos lo encontramos en la segunda parte del Quijote, en concreto en los capítulos 60 y 61.  Camino de Barcelona, Quijote y Sancho se encuentran con un grupo de bandoleros liderados por Roque Guinart. Éste ha oído hablar del Quijote y sus locuras, pero a diferencia de la mayoría de los personajes con que se tropieza el ingenioso hidalgo no se burla de él, sino que lo trata con honor, decencia y respeto. Bastante más que lo que hacen, en el mismo libro, los duques y su corte. Cervantes presenta al bandolero como un hombre con honor, empujado a la delincuencia por leyes y gobernantes injustos, pero que pese a todo es un fiel vasallo del rey y trata de ayudar a sus semejantes y hacer el bien. El típico “Robin Hood”, para entendernos.
La cosa tiene su miga cuando nos enteramos que es un personaje rigurosamente histórico. Incluso hay quien apunta que Cervantes pudo llegar a conocerlo en persona, o (más probable) que le hablase de él su mecenas, el duque de Lemmos, por aquel entonces virrey de Nápoles, que sin duda lo conoció.

Perot Rocaguinarda (su nombre auténtico) viene al mundo en Oristà, Osona (Barcelona), en 1582. es el quinto de siete hermanos, y aunque nace en familia campesina con ciertos posibles (es decir, que son dueños de la tierra que trabajan, el “Mas Rocaguinarda” cuyas ruinas aún pueden visitarse) la costumbre y el sentido común dictan que será el primogénito (“l´hereu”) el que herede las propiedades familiares. El resto de los hermanos han de buscarse la vida como buenamente puedan... o vivir como simples jornaleros para el hermano mayor. Como esto último no le agrada en 1601, con 19 años, se instala en la ciudad de Vic con la idea de aprender un oficio. Pero lo que hace es ingresar en la hueste de  Carles de Vilademany, jefe de los “Nyerros” de la ciudad, en oposición a
Francesc de Robuster i Sala, obispo de la ciudad y cabeza visible de los “Cadells”.

¿Qué eran los “nyerros” y los “cadells”? Pues nada menos que los dos bandos de un conflicto que dividió y desangró Cataluña entre el último tercio del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII (aunque sus  raíces se remontan al siglo XIII). Todo empezó con una disputa de Tomás de Banyuls i Llupiá, noble y señor de Nyer, (en la comarca del  Conflent, búsquenla arriba en el mapa que desde 1659 pertenece a Francia). Por ser de Nyer, a sus partidarios se les llamaba “nyerros”. Pues lo que decía, que el buen hombre estaba peleado con un vecino suyo, el tanto o más noble barón de Arseguell, Joan Cadell i Solanell. Por apellidarse “cadell” (cachorro) ya tenemos mote para el otro bando del conflicto. Lo que empezó siendo una simple disputa local acabó convirtiéndose en la práctica en una guerra civil, con los nyerros defendiendo los intereses de la nobleza rural y los cadells los del patriciado urbano. Ambos bandos iban ostentosamente “uniformados” (al menos, cuando les convenía): Los nyerros, sombrero rojo y una larguísima capa, así como una marca con la figura de un lechón en la guarda de su cuchillo. Los cadells, por su parte, lucían una insignia con la imagen de un cachorro de perro.  Algunos historiadores han querido ver inclinaciones de los nyerros hacia el estado francés y de los cadells hacia el rey de España, pero es una traducción muy simplista de los hechos. En la práctica en 1640 ambos bandos se sumaron a la revuelta anti española de la guerra “dels Segadors.”
La lucha entre nyerros y cadells tenía su vertiente política, en la que los defensores de ambos bandos trataban de lograr que se promulgaran leyes y edictos favorables a su causa... y una vertiente violenta. Los partidarios de ambos bandos atacaban a sus rivales, en las ciudades... y sobre todo en el campo: Quemar las cosechas de los partidarios del bando rival, robar su ganado, asaltar las caravanas de mercancías y robar (perdón, “cobrar peaje”) a los viajeros que pasaran por sus territorio. Para los integrantes más agresivos de cada bando se convirtió en su medio de vida. Y así se crearon los “bandoleros” catalanes. (que se sentían muy insultados si se les llamaba simples bandidos o asaltantes de caminos, por mucho que en la práctica eso es lo que fueran). Estos bandoleros catalanes no decían “la bolsa o la vida” como pasa en las novelas románticas y en las películas: Aullaban “A carn! A carn!” (“A carne”, equivalente a decir “A muerte”) lo que tenía como resultado que sus víctimas no se resistiesen y suplicasen piedad. Normalmente les era concedida: el mercader que es asaltado un día y queda con vida puede reunir más diero para ser robado otro. En la teoría, los que eran partidarios del bando asaltante y mostraban su emblema no eran robados, o se les cobraba una cantidad simbólica “como ayuda a la causa”. En la práctica dependía del día y de cómo les fueran las cosas a los bandoleros en cuestión aquel mes. ¿Y los neutrales, los que no pertenecían ni a un bando ni a otro? me dirán algunos. Pues esos, evidentemente, eran esquilmados por ambos bandos.

El joven Rocaguinarda se zambulle de lleno en el conflicto, en el que que se siente muy cómodo, quizá demasiado: a los 20 años (1602) participa en el asalto al palacio del arzobispo de Vic (líder de los cadells, como ya se ha dicho). Va escalando puestos en el escalafón del bando nyerro sobre todo a partir de 1605, cuando el virrey de Cataluña, el italiano Héctor de Pignatelli y Colonna, duque de Monteleone, crea en la ciudad de Vic la Unió o Santa Germandat contra los bandoleros. Los nyerros urbanos (y en menor medida, los cadells) han de elegir entre poner fin a sus actividades... o huir al campo y proseguir allí con ellas. Rocaguinarda opta por lo segundo, organiza una cuadrilla y a partir de 1607 se convierte en uno de los bandoleros más famosos del territorio, Es en esta fecha cuando se le declara enemigo del reino y se ofrece por su captura una recompensa de 1.000 libras. Pero no solo no es capturado, sino que logra dar muerte al comisario especial Francesc Torrent dels Prats, que tenía órdenes de capturarlo vivo o muerto. El escenario de sus acciones suelen ser las comarcas de Osona, la Garrotxa, el Ripollès, la Cerdanya, el Berguedà, el Bages, el Vallès y la Conca de Barberà, aunque no se limita a ellas y más de una vez se le ha visto paseando por la mismísima Barcelona, donde tiene la residencia el virrey que ha puesto precio a su cabeza. Rocaguinarda tiene poderosos aliados. El abad del monasterio de Ripoll requiere sus servicios para enfrentarse al bandolero cadell “Trucafort” (alias de  Gabriel Torrent de la Goula), y los agustinos de  Sant Joan de les Abadesses lo contratan como brazo armado frente al obispo de Vic (Francesc de Robuster i Sala, que ya se ha citado más arriba).
El núcleo duro de la banda de Rocaguinarda está formado por Joan Gili ("Janot"); Jaume Alboquers, ("El Escolanet de Polinyá") y Gabriel Galí ("Barceló"), pero puede reunir una fuerza más o menos numerosa cuando la ocasión lo requiere, como sucede en febrero de 1610, cuando asedia Vic con un ejército campesino de más de 200 hombres, para imponer la hegemonía de los nyerros en la ciudad y bajarle los humos al obispo. Manda derribar las puertas de la muralla, pero con un gesto muy suyo prohíbe a los suyos entrar a saquear la ciudad. Al año siguiente realiza un acto similar:  Saquea la iglesia de Balanyà pero a continuación lo devuelve... a cambio, eso sí, que el obispo le levante la excomunión que, por hereje, pesaba sobre él. 

En 1611 cesa en el cargo de virrey de Cataluña el duque de Monteleone, y su sucesor, el arzobispo Pedro de Manrique, inicia un acercamiento con el bandido, ofreciéndole el indulto a cambio de servir al rey en la milicia... y fuera de territorio catalán. Demasiados enemigos tiene el bandolero para que se quede en Cataluña. Rocaguinarda tiene 29 años y para sorpresa de muchos acepta, afirmando que él “no luchaba contra su rey sino contra el mal gobierno”
¿Por qué aceptó el indulto Rocaguinarda, en la cúspide de su carrera como bandolero, cuando era más amado por su gente? Posiblemente porque sabía que no podía salir con bien de esa situación de otro modo... cosa que así sucedió. Aquellos que, como Joan Sala “Serrallonga” (el otro bandolero famoso del bando de los nyerros) no aceptaron el indulto fueron ejecutados o muertos en combate contra las tropas del rey o los miembros del otro bando (que a veces eran los mismos).

Las condiciones para el indulto de Rocaguinarda incluían abandonar Cataluña (y la península ibérica) en menos de 22 días, alzando banderín de enganche para reunir una compañía (con lo que todos los bandoleros que habían servido a sus órdenes pudieron acojerse con él al perdón real) y, como capitán de la misma, servir al rey en Italia o Flandes durante al menos diez años. Rocaginarda, que no era tonto, eligió el primer destino, por ser mucho más cómodo, y al parecer le gustó Nápoles, donde estaba acantonado el tercio (y era virrey el duque de Lemmos, mecenas de Cervantes). Hay documentos escritos de que en 1635 seguía residiendo en dicha ciudad.


La Historia tras la Leyenda 8. (y último) Blancanieves

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Todo el mundo conoce el cuento de Blancanieves... O, al menos, la versión “lalala” de Disney, estrenada en 1937... Que, sinceramente, en ocasiones se aleja bastante del cuento original.
Éste se publicó en 1812 por parte de los incombustibles hermanos Grimm. Su título original “Schneewittchen” significa, (oh casualidad), “Blancanieves”.  El idioma alemán, ya se sabe...

La protagonista es una hermosa y dulce princesa “de tez blanca como la nieve, labios rojos como la sangre y pelo negro como el ala del cuervo”, cuya madre muere al poco de dar a luz. El rey su padre se vuelve a casar con una hermosa mujer que es en realidad una poderosa hechicera, muy vanidosa, que consulta siempre a un espejo mágico sobre quién es la más bella del reino... y el espejo siempre le contesta que ella... hasta que Blancanieves cumple 17 años y el espejo ha de admitir que la princesa es mil veces más hermosa que su madrastra. Ésta ordena a un cazador que se la lleve “de paseo” al bosque y la asesine, y que le traiga su corazón... así como el hígado y los pulmones (empiezan los recortes de la historia por parte de Disney). El cazador se apiada de ella y la deja escapar. A cambio entrega a la reina las vísceras de un jabalí joven, que ella hace cocinar y devora con gran deleite,

Blancanieves acaba en casa de siete enanos mineros, que la acogen y la protegen,,, pero no gratis. A cambio Blancanieves ha de limpiar, cocinar, hacer las camas, lavar, coser, tejer y, en suma, mantenerlo todo limpio y ordenado. Vamos, que la tienen de criada (por no decir esclava) sólo a cambio del alojamiento y la comida. En la excelente novela gráfica “Fábulas” de Bill Willingham también es obligada a acostarse con los enanitos... pero no entremos en eso.

Cuando la reina malvada descubre que Blancanieves aún está viva trata de asesinarla... Y no lo intenta una vez sino tres (más recortes de la película). Primero con un disfraz de buhonera, ofreciéndole a Blancanieves cintas para el pelo (y, ya puestos, estrangulándola con una). Pero cuando los enanos vuelven a la casa le desatan la cinta y Blancanieves revive.
La madrastra lo intenta una segunda vez disfrazada de vendedora de peines, ofreciéndole un peine de púas envenenadas. Nuevamente cree que la princesa está muerta, pero los enanos al regresar logran hacerla revivir de nuevo.
Como a la tercera va la vencida, esta vez lo intenta disfrazada de anciana, ofreciéndole una manzana envenenada. Y la princesa “pica” por tercera vez (la verdad es que es una niña un poco tonta ¿no?). Y ya saben: los enanos le fabrican un ataúd de cristal, un príncipe (un poco necrófilo, la verdad) la ve y se enamora de ella, ordena a sus sirvientes se lleven a su castillo el ataúd, los enanos como que nones, en el forcejeo el ataúd se cae... y el trozo de manzana envenenada que Blancanieves tenía en la garganta salta, haciendo que la princesita reviva por tercera vez.

El final del cuento clásico puede que sorprenda a más de uno: El príncipe (que lo es de un reino vecino) se casa por todo lo alto con Blancanieves... e invitan a la boda a la madrastra. Ésta no sabe la identidad de la novia, y cuando se da cuenta que es una trampa ya es demasiado tarde. Como castigo por haber intentado asesinarla tres veces la obligan a bailar para ellos tras la boda. Me dirán ustedes que es poco castigo.... y les contestaré que para hacerle bailar le calzan unos zapatos de hierro calentados al rojo vivo en la fragua, por lo que bailar, no sé yo si baila, pero saltos y alaridos, un rato... Y así hasta que cae muerta. Y es que los cuentos de hadas tradicionales hoy serían clasificados para adultos.


Según el investigador Karlheinz Bartels el cuento está inspirado en un hecho real: En concreto, en la desgraciada vida de la princesa   Maria Sophia Margaretha Catharina von Erthal, nacida en Lohr (Franconia alemana) en 1725. Su padre, el condestable  Philipp Christoph von Erthal, casó en segundas nupcias en 1743 con  Claudia Elizabeth Maria von Venningen, condesa de Reichenstein, también viuda. Aprovechando que él, por motivos diplomáticos, estaba ausente muchas veces de su casa, ella dio prioridad a los dos hijos que tenía de su primer matrimonio, en detrimento de María Sophia, a la que sometió a vejaciones y maltratos (más psicológicos que físicos, que estamos entre gente de la aristocracia). María Sophia era, además, de salud delicada y prácticamente ciega debido a la varicela que sufrió de niña. Era muy querida por el pueblo, ya que realizaba numerosas obras de caridad. Los “siete enanitos” serían siete niños que trabajaban en las minas, prematuramente envejecidos por su duro oficio, a los que ella habría favorecido. Por haber, había hasta un “espejo mágico” en el castillo: Mide 1´60 m. y si tiene curiosidad se exhibe en el museo Spessart, en la misma localidad de Lohr. Presenta una gran limpidez en su superficie (algo inusual en la época) y por ello se dice de él que es “un espejo parlante”, ya que siempre dice la verdad, tanto para bien como para mal. No hay final feliz para esta historia: la “princesa” terminó muriendo muy joven, algunos dicen que envenenada. Y no hubo príncipe que la rescatase de la muerte.

De todos modos no se me entusiasmen: El historiador alemán Eckhard Sander afirma que, de estar inspirado el personaje en alguien, fue en la condesa Margaretha von Waldeck, hija de Felipe, cuarto conde de Waldeck, que vivió en la primera mitad del siglo XVI y que sufrió la estricta disciplina de su madrastra, Katharina von Hatzfeld. A los dieciséis años fue enviada por su padre a Bruselas, a la corte de María de Hungría, donde tuvo un romance con el príncipe de España, Felipe II (que entonces estaba de bastante buen ver), con el consabido escándalo, ya que ella era luterana y todo eso... La cosa se solucionó por la vía rápida. La envenenaron a los veintiún años de edad. Ya se sabe, muerto el perro, se acabó la rabia.

Lo que ambos eruditos obvian muy convenientemente es que versiones anteriores del cuento (o muy similares) se conocían ya por lo menos desde el siglo XVIII. La más popular cambia los enanitos por ladrones (y no precisamente amables), y el espejo mágico por la luna, que es a la que le pregunta la reina malvada si es la más hermosa.

Vegetarianos y carnívoros en la Grecia Clásica

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Hoy en día, a los nutricionistas se les llena mucho la boca con esto de la dieta mediterránea, que es la más equilibrada y tal y tal, y que la tríada mediterránea (aceite, pan y vino) es el sumun de la civilización, gasrtronómicamente hablando. Y bueno, no les quito yo razón (al contrario, se la doy, y mucho). Pero como nadie es profeta en su tierra, los inventores de esta dieta no sólo la despreciaban, sino que mantenían agrios debates sobre otras dos, y sobre cuál era la mejor.

Por un lado estaban los que rechazaban por completo el consumo de alimentos de origen animal: Vegetarianos eran muchos pitagóricos y neoplatónicos, y los seguidores de los misterios órficos. Para los primeros, matar seres vivos y sintientes, derramar su sangre, devorar su carne, son costumbres de un ser humano inferior, embrutecido, más cercano de esos animales de los que se alimenta que del ser más puro y espiritual en el que se podría convertir. Aristofonte (en el siglo IV antes de Cristo), describía los usos de los Pitagóricos y de cómo vivían sólo a base de pan y agua... Por cierto, también consideraban el sexo como algo sucio y bárbaro, Por lo que bien podemos decir que hacían gala de una absoluta abstinencia de la carne... en todos los sentidos. Los órficos tampoco comían carne... Pero porque creían en la transmigración de las almas. Comerse un pollo asado podía suponer asesinar antes de tiempo el espíritu del abuelo recién reencarnado, fastidiándole así el retorno a su condición humana...

En franca polémica con los vegetarianos estaban ¡los atletas! Tradicionalmente los que se entrenaban para los juegos Olimpicos (u otras competiciones físicas de menor importancia) seguían una dieta energética de higos secos, queso fresco y pan. Pero en el siglo V a. C. aparece un tal Ikkos de Tarento que vence en el pentatlon pulverizando records y, que al ser interrogado por su vitalidad y energía, dice que el secreto está en comer sólo carne... Su ejemplo cunde y apenas cien años más tarde tenemos el ejemplo del campeón de lucha Milos de Crotona, una especie de bestia parda que presumía de comerse diariamente (él solito) ocho kilos de carne acompañados de ocho kilos de pan, con ocho litros de vino (sin aguar) para ayudarlo a bajar todo... Dejando aparte a este animal, la mayoría de los atletas seguían una dieta cárnica, aunque no tan bestia y sí un poco más mística: comían carne de animales ágiles (por ejemplo, de cabra) si practicaban el salto, o de animales fuertes (como el buey) si querían hacerse con su fortaleza...

¿Y qué quieren que yo les diga? Que no soy ni juez ni parte implicada para mediar en el tema. Puedo decirles, eso sí, que el ser humano no sintetiza la vitamina B12. La conseguimos consumiéndola de los animales que sí la sintetizan. Su carencia provoca anemia, trastornos nerviosos y, a la larga, puede degenerar en comportamientos psicóticos. Los antiguos algo de proteína animal sí que tomaban, por muy vegetarianos que fueran, en forma de insectos o restos animales (por ejemplo heces, no me tuerzan el gesto) que estaban pegados a las pobres plantitas. Hoy en día, con fertilizantes químicos e insecticidas... Tomen complejos vitamínicos. Por favor.

¿Tenían razón entonces los carnívoros, sobre que su dieta era mejor? Pues, mire usted... Tampoco. Una dieta en exclusiva de carne roja aumenta la testosterona, que entre otras cosas aumenta el desarrollo muscular y óseo. Pero si no va acompañada de carbonohidratos, verduras y frutas provoca cetosis y exceso de ácido úrico, fastidiándonos el hígado y el riñón. Comer sólo carnes magras (como el pollo y el conejo) tampoco es una opción: Si sólo se consume eso se produce envenenamiento por proteínas, al cabo de siete días se empieza a tener diarreas y (si no se toma algo de grasa) uno puede llegar a morir por ello, que no deja de ser una manera bastante tonta de estirar la pata.

 Así que mejor quedarnos con una dieta equilibrada y comer un poco de todo. Sin excesos, como decía mi muy admirado Epicuro. Pero tampoco se me pasen, que hasta la moderación ha de usarse con moderación.



(De mi libro inédito "Tiempo para Comer". Cinco años ya en el cajón sin editor)

Minorías malditas de España 1. Los Agotes

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Cuando en Septiembre del 2014 publiqué en este blog una entrada sobre los Golluts de la vall de Ribes (Girona) se despertó bastante interés entre mis lectores. Alguno hubo que hasta me preguntó si había habido alguna otra etnia marginada en la península, “aparte de los gitanos, claro”.
Pues sí. En concreto ocho (nueve incluidos los gitanos). Algunas más conocidas, otras bastante menos.
 

El nombre de “agote” es la castellanización del euskera “agot”, en plural “agotak”. Al otro lado de los Pirineos, en Francia, se les llama “cagots”, pero han recibido otros nombres a lo largo de los siglos, a cada cual más infamante: gafos, crestias, leprosos, mesilleros, chistones o chistrones, lazdres, mesegueros, gezitas, patarinos, carpinteros, cristianos de San Lázaro, colliberts, gahets, oiseliers... y seguro que me dejo alguno. Esta comunidad, discriminada durante al menos ocho siglos (del XII al XX) estaba situada sobre todo en Navarra, en el valle de Baztán (localidades de Elizondo, Irurita, Elbete, Amaiur y sobre todo  en Bozate, hoy un barrio de Arizcun). Fuera de Baztán, considerada “Agoterri”, tierra o patria de los Agote, hubo grupos más pequeños en el valle del Roncal, Guipuzcoa, Huesca, y ya en Francia en Bearn y Aquitania.

¿Cuál era su origen y porqué fueron considerados un grupo marginal?  Lo cierto es que actualmente nadie lo sabe con certeza. Teorías, por supuesto, hay muchas:

Pío Baroja y  Michel Francisque, entre otros, los consideraban descendientes de godos. (en este sentido el “cagot” francés sería contracción del bearnés “cas-gots”,  “perros godos”, y el “agot” euskera sería got (godo) quitando la inoportuna “a”. Se trataría de desertores del ejército visigodo, refugiados en los valles vasconavarros y despreciados por sus congéneres por su cobardía frente al invasor musulmán. Otros autores como  Bascle de la Grece rechazan esta hipótesis: los godos eran una raza noble que tenía la misma religión y lengua que las gentes que supuestamente los discriminaban, aparte de un enemigo común: los musulmanes.

Otros traducen “cagots” como “cazadores de godos”, señalando que su origen es musulmán, y por lo tanto africano: Serían supervivientes de la batalla de Tours del año 732, que vencidos por Carlos Martel se les habría perdonado la vida a cambio de convertirse al cristianismo. Teoría dudosa si se tiene en cuenta que en Navarra  la convivencia entre cristianos y musulmanes nunca supuso ningún problema. Los seguidores de Mahoma se bautizaron y se integraron perfectamente.

Hace unos años la Universidad de Burdeos formuló una teoría interesante: Según ésta los agotes serían descendientes de criminales franceses perseguidos por la justicia que habían cruzado la frontera disfrazados como leprosos, refugiándose en el Bajo Pirineo. Estos delincuentes no tenían por qué ser asesinos o ladrones: En la sociedad del siglo XII podían ser perfectamente familias que se hubieran alzado contra su señor feudal, ya sea huyendo de unas tierras a las que estaban adscritos como siervos de la gleba o por negarse a pagar unos impuestos demasiado onerosos... a veces simplemente por no tener con qué. Lo malo es que a su condición de extranjeros se uniría su condición de supuestos apestados, lo que provocaría desde los inicios su marginalidad.

Mª Carmen Aguirre Delclaux, al igual que  J. Altadill, ahondan en el argumento de la enfermedad. Que eran portadores de la peste y, sobre todo, de la lepra, era una de las principales acusaciones que se hacían contra ellos. Según estos autores estas gentes fueron inicialmente consideradas leprosas y como tales encerradas en lazaretos. Al pasar el tiempo y no desarrollar la enfermedad se les permitiría hacer una vida más o menos normal, pero confinados en sitios muy concretos. Se les cambiaría la prisión por otra más grande, y el estigma se mantendría en sus hijos y posterior descendencia. Esta falta de desarrollo de la enfermedad se debería a que, en realidad... no era tal. Pues en la Edad Media se distinguía entre la llamada “lepra roja” (la enfermedad de Hansen, producida por el bacilo Mycobacterium leprae) y la “lepra blanca”, que podía ser lo que hoy conocemos como una erupción o alergia cutáneas, o más comúnmente, psoriasis. Y aún se entendía un tercer tipo de lepra, la llamada “lepra moral” que tenían personas tan malvadas y viciosas que les corrompía el alma en lugar del cuerpo... y que era transmitida de padres a hijos. Tal sería el caso, por ejemplo, de los conversos moros y judíos que seguían practicando a escondidas sus “falsos ritos”.

Una teoría menos truculenta apunta a que los agotes fueran originalmente canteros y carpinteros que trabajaban a lo largo del Camino de Santiago. La crisis de los siglos XVI-XVII los habría dejado sin trabajo, pasando de ser obreros cualificados a jornaleros dispuestos a trabajar un poco de lo que fuera con tal de sobrevivir. Esta explicación cojea en el apartado temporal: Ya se habla de Agotes en el siglo XII, es decir, cuatrocientos años antes del “nacimiento” de este grupo como etnia marginada. 

Algunos apuntan a que los agotes eran en realidad descendientes de refugiados cátaros, escondidos en los Pirineos para huir del poder de los reyes de Francia y el Papado. Como en el caso anterior, hay un baile de fechas, ya que se tiene constancia de la presencia de agotes cien años antes de la herejía cátara.
 
Siguiendo con las explicaciones heréticas, Toti Martínez de Lece apunta a que pudiera ser un colectivo que mantenía tradiciones precristianas. Vamos, que no estaban convertidos del todo. Y, sin embargo, no constituyeron jamás (que se tenga constancia fehaciente) un grupo diferenciado de sus vecinos, ni religiosa ni étnicamente. Hablaban la misma lengua y profesaban la misma fe. No eran ni agricultores ni ganaderos, pero sí hábiles artesanos, de la piedra, el hierro y sobre todo la madera., debido en buena parte a la creencia popular de que la madera no transmite las enfermedades, y por lo tanto incluso esos “apestados” podían trabajarla sin peligro de contagiar a nadie. Llegó a ser tan común que los agotes fueran carpinteros que los que no eran agotes se negaban a aprender el oficio, por miedo a que los confundieran con ellos (y los trataran como tales, claro).

Y es que el trato que se le daba a los agotes no era precisamente tema baladí:

  • Un/una agote no podía contraer matrimonio con alguien no agote
  • Los agotes estaban obligados a vivir en barrios o poblaciones separadas de las gentes “normales”
  • No podían cultivar la tierra ni poseer ganado.
  • Tenían que llevar en sus ropas (normalmente en la espalda) un símbolo que los identificara como agotes (normalmente, una huella de pata de oca o pato de color rojo)
  • Para avisar de su paso y permitir que los no agotes se apartaran de su paso (para no contagiarse de sus supuestas enfermedades) tenían que ir haciendo sonar una campanilla (o unas cliquetas),  al igual que los apestados.
  • En la iglesia no se podían mezclar con los otros fieles: tenían su propia puerta de entrada (“agoten athea”), más baja y estrecha; debían sentarse en una zona aparte del templo, delimitada por una raya en el suelo (o en algunos sitios, como  Arizcun, por una verja); tenían prohibido acercarse a la parte delantera del templo, donde estaba el altar; sus ofrendas eran recogidas y puestas aparte de las de los otros fieles; la eucaristía les era entregada desde lejos, con un palo o bastón, o se dejaban las hostias en un banco para que allí las tomasen; tenían su propia pila bautismal y se les enterraba en un lugar concreto del cementerio, junto a los suicidas, los excomulgados y los hechiceros. Los entierros debían hacerse por la tarde, medio a hurtadillas, y no se podía tañer las campanas en ellos. 
  • No podían beber en fuentes públicas
  • No podían participar en bailes o fiestas
  • No podían pisar el suelo descalzos, bajo pena de abrasarles las plantas de los pies con una barra de hierro al rojo vivo. Eso se debía a la creencia de que si lo hacían la tierra que pisaban se volvía estéril y nunca jamás volvían a crecer sembrados en ella.
  • No podían sentarse en la misma mesa que un no agote
  • No podían ser sacerdotes.
  • En un juicio, el testimonio de siete hombres libres equivalía al de treinta agotes.

Era creencia popular que los agotes eran malos cristianos; herejes que practicaban en secreto ritos paganos; que eran de otra raza, por supuesto inferior. Se les tenía por portadores de todo tipo de enfermedades (en especial la lepra); que carecían de lóbulos en las orejas; que tenían una oreja más grande que otra y que ésa estaba rodeada de pelo por todos los lados. Se decía de ellos que eran hechiceros, cretinos, homosexuales, que se acostaban con animales, que olían mal, que les apestaba el aliento, que si ponían un pie descalzo en la tierra no volvía a crecer nada en ella, 
Se aseguraba que su sangre era más caliente que la de un ser humano “normal”, por lo que si sostenían una manzana en la mano ésta se pudría en cuestión de segundos. Esa temperatura sanguínea los hacía viciosos y lujuriosos, coléricos, orgullosos, susceptibles, arrogantes, astutos, y por supuesto mentirosos. Todo ello absolutamente falso, por supuesto. “Agote” era un insulto especialmente grave, tanto que hay una sentencia  de la Corte fechada ¡en 1820! condenando a un hombre a pagar 25 libras (una cantidad importante en la época) por llamar “agote” a otro en una discusión. Sin que el otro lo fuera, claro. Si lo hubiera sido, no hubiera sido insulto sino afirmación. No en vano se conserva un texto de 1597 que dice textualmente:  “¡ Cállate agote ! Tu opinión cuenta menos que la de un perro. ¡No eres nadie!”

De poco sirvió la Bula pontificia fechada el 13 de mayo de 1515, en la que se recomienda al Chantre de la catedral de Pamplona  que trate a los agotes como al resto de los fieles. Se hizo caso omiso de ella, como también se ignoraron los decretos dictados en 1534 y 1548 por las Cortes de Navarra a favor de los agotes. Ni los buenos oficios de muy noble y poderosa familia de los Ursúa (que siempre defendieron a los agotes). No se promulgó una ley efectiva para terminar con su discriminación hasta 1819, (con la derogación de las leyes discriminatorias medievales en Navarra) declarándose que los agotes poseían los mismos derechos que sus vecinos. Con todo, coletazos de marginalidad y desconfianza hacia este colectivo perduraron hacia bien entrado el año 1950. En esas fechas ya se permite el matrimonio de agotes con otras gentes, y al librarse de la endogamia, el colectivo va diluyéndose.  Pero hasta fecha muy reciente aún se podía oír el dicho popular en Bozate: "Al agote, garrotazo en el cogote"






Minorías malditas de España 2: Los Chuetas

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Los Chuetas, del catalán mallorquín "xueta" (plural xuetes), eran (y son, que el tema aún colea, aunque ya poco) los descendientes de los judeoconversos mallorquines. Este nombre aparece por primea vez escrito en las actas de los procesos inquisitoriales de 1678.  Sobre su etimología hay dos hipótesis: Una que procede de juetó (mote despectivo aplicado a los judíos (en catalán jueus); y otra  que hace referencia a la costumbre de comer en público tocino, o de quemarlo en su casa para que lo olieran sus vecinos y así demostrar que se era tan cristiano como el que más (pues tanto judíos como musulmanes tienen prohibido el consumo de la carne de cerdo, por ser animal impuro según sus creencias). En catalán tocino se dice “cansalada”, pero en mallorquín se dice xulla, (pronunciado xuia o xua), por lo que de ahí nacería el nombre.

Se les conocía por otros nombres, claro: “xuetons” (que se traduciría por judiazos), “marxandos” (comerciantes menores, tenderos y buhoneros, por ser los oficios que solían desempeñar)  “des Sagell” o “des carrer”  (en referencia a la calle del Sagell, donde tradicionalmente vivían los chuetas de la ciudad de Mallorca). Entre ellos, a su vez, distinguían entre “els d´orella alta” (literalmente los de oreja alta), que eran los ricos y poderosos; y “els d ´orella baixa” (los de oreja baja) los pobres. Pues ya dice el refrán catalán que es el sino del pobre  “baixar les orelles” (es decir, humillarse). Por otro lado los chuetas solían llamarse “noltros” (nosotros) o “es nostros” (los nuestros). Los no chuetas eran, sencillamente, “es altres” (los otros) o  “es de fora del carrer” (los de fuera de la calle)

El origen de los chuetas se remonta al siglo XV, cuando el temor a que se repitan los asaltos a las juderías de 1391 y las predicaciones (se podría hablar más de amenazas nada sutiles y extorsión, pero en fin) de (San) Vicente Ferrer provocaron conversiones masivas entre la comunidad judía, que condujeron a que hacia 1435 prácticamente no hubiera ya judíos en la isla. Al menos en teoría, ya que la mayoría de las conversiones no fueron en absoluto sinceras,  y los conversos siguieron, en buena medida, practicando sus costumbres de origen hebreo, aunque eso sí, a puerta cerrada. Durante cincuenta años las cosas les fueron bastante bien: aunque estas prácticas eran un secreto a voces no fueron molestados hasta 1488, cuando se instala en Mallorca el Tribunal del Santo Oficio. Ya saben, el que crearon los Reyes Católicos  para fomentar en sus reinos la uniformidad religiosa. Según las actas de la misma Inquisición entre ese año (1488) y 1544 se acogen a Edictos de Gracia (es decir, que confiesan voluntariamente su condición de herejes judaizantes, vamos, que se denuncian a sí mismos a cambio de no ser castigados con penas severas) 559 mallorquines. Otros 239 son “reconciliados” (en que abjuraron de sus falsas creencias y fueron readmitidos en el seno de la Iglesia católica) y 537 fueron “relajados” (que no es que les hicieran un masajito, sino que los entregaron al brazo secular para ser ejecutados por muerte en la hoguera). De ellos 82 fueron, efectivamente, quemados. El resto (455) fueron quemados en efigie por haber muerto durante el proceso (bonito eufemismo para decir que los torturaron hasta la muerte) o, (mejor para ellos) lograron evitar ser apresados y huyeron. Por desgracia las actas inquisitoriales no indican el número de unos y de otros. 

Sea como fuere esta persecución tiene sus frutos: Muchos criptojudíos emigran de la isla, y la mayoría de los que se quedan se hacen más católicos que el mismísimo obispo, para evitar nuevas denuncias. Solo un pequeño grupo mantiene con gran secreto algunas prácticas judaizantes en la intimidad de sus familias, practicando una rigurosa endogamia entre ellos. Ese grupo será el origen de los chuetas. Pese a estar más o menos al corriente de sus actividades, este grupo no será molestado por las autoridades eclesiásticas durante más de cien años. Se les considera un colectivo poco peligroso, en comparación con las amenazas, mucho más cercanas, de los moriscos y (en menor medida) de los protestantes.

Este periodo de bonanza termina en 1678. Aunque la Inquisición como tal empieza a estar en horas bajas, la monarquía española necesita dinero más que nunca. Y buena parte de los criptojudíos mallorquines se han enriquecido haciendo negocios con comunidades judías de otras partes del Mediterráneo (sobre todo con la de Livorno, en la Toscana), así que son un bocado jugoso que morder, tanto más cuando parte de la sentencia supondrá la incautación, ya fuera en parte o en su totalidad, de sus bienes. Entre 1678 y 1695 se juzgaron a 339 personas. 283 fueron “reconciliadas”, aunque tuvieron que sufrir un tiempo de cárcel y se les embargó la mayoría de sus bienes, 5 quemados en efigie (ya que lograron escapar), 14 quemados los huesos (pues murieron en la cárcel o fueron juzgados ya diguntos) y 37 ajusticiados. La mayoría aceptaron besar la cruz antes de que se encendiese la hoguera, siendo asfixiados con garrote. Solo tres (Rafel Valls y los hermanos Rafel Benet y Caterina Tarongí) se negaron a ello y fueron quemados vivos, en 1691.  Se calcula que el valor de los bienes embargados a los condenados alcanzó los dos millones de libras mallorquinas, que en moneda equivaldría a 654 toneladas de plata. Sin duda alguna, fue un buen negocio...

Parte de la condena incluía la vergüenza pública de pasear durante las procesiones de Semana Santa. con la “gralleta”, nombre mallorquín del  sambenito, una especie de escapulario con forma de poncho con un agujero central por donde pasaba la cabeza,  (como los hombres-anuncio de los años 30, para entendernos)  Muchas veces la condena obligaba a los descendientes hasta la tercera generación a llevar igualmente el sambenito, por muy devotos católicos que fueran. Además, se pintaba un cuadro con el nombre y apellidos del condenado portando el sambenito y especificando su culpa, cuadros que estaban expuestos públicamente en el claustro del convento de santo Domingo (y ahí siguieron hasta que un grupo de chuetas, en 1820, asaltó por las bravas el claustro y los quemó todos). Además, en 1691 se publicó el libro “La Fee Triunfante en quatro autos celebrados en Mallorca por el Santo Oficio de la Inquisición en qué an salido ochenta i ocho reos, i de treinta, i siete relaiados solo uvo tres pertinaces.” del jesuita Francesc Garau, en el que aparecen reseñados todos y cada uno de los condenados, Así, los chuetas de Mallorca podían ser fácilmente identificables.
Por si tienen curiosidad, los quince apellidos chuetas por excelencia son:  Aguiló, Bonnín, Cortès, Fortesa, Fuster, Martí, Miró, Picó, Pinya, Pomar, Segura, Tarongí, Valentí, Valleriola y Valls. Hay algunos más, que entran y salen de las listas oficiales: Galiana, Moià,  Sureda, Vilaire, Valleriola (y seguro que me dejo alguno). En total, de una población de 859 289 habitantes (dato de Enero del 2015) que tiene la isla de Mallorca de 18.000 a 20.000 llevan alguno de estos apellidos.


Los portadores de estos apellidos tenían vedado el acceso a ciertas escuelas e incluso sufrían dificultades a la hora de estudiar y ejercer la carrera eclesiástica. A nivel de oficios solo eran admitidos en los gremios de  velluteros, merceros, plateros, tenderos y buhoneros, los únicos que no exigían un certificado de limpieza de sangre. Ningún cristiano que se tuviera por tal tendría a su servicio a un (o una)  chueta, ni aún desempeñando los empleos más bajos. Sobre todo en la Semana Santa y en el periodo de Cuaresma eran objetos de insultos, chascarrillos y burlas, algunas de las cuales han llegado hasta nuestros días:  (Alcalde, yo me desdigo/ de que Juan sea chueta,/ pero viene de la cepa/ que crucificó a Cristo). Por supuesto, ninguno tenía acceso a puestos de responsabilidad política o social, por muy preparado que estuviese o muy rica que fuera su familia.
En los años más duros se les llegó a acusar de negarse a casarse con cristianos viejos para así mantener su estirpe judía (cuando la endogamia era el resultado forzoso de su estigmatización social); que hacían bautizar a sus hijos con nombres judíos del Antiguo Testamento; que despreciaban e insultaban a los cristianos viejos (cuando solía ser al revés); que en sus domicilios tenían siempre iconografía del  Antiguo Testamento, nunca del Nuevo; que ejercían profesiones relacionadas con pesos y medidas para mejor engañar a los buenos cristianos;  que los muy egoístas realizaban colectas solo para sus pobres, ignorando a los cristianos más necesitados; que los que se hacían sacerdotes era para burlarse del credo cristiano; que seguían las leyes alimentarias judías (de no comer cerdo y similares); que festejaban en secreto el Sábado y no el Domingo; que rechazaban la absolución católica en el momento de su muerte... e incluso se decía de ellos que practicaban sacrificios humanos. 

Esta hostilidad fomentó un fuerte sentimiento de grupo, cohesionado y solidario entre sus miembros, fueran ricos o pobres. También provocó una fuerte endogamia, en el sentido de que estaba mal visto (tanto por unos como por otros) que un chueta se casara con alguien que no lo fuera. 

Durante el reinado de Carlos III se produjeron tímidos intentos de acabar con la marginación hacia los chuetas. Intentos de darles una igualdad social y jurídica con con respecto al resto de mallorquines, cosa que no se conseguiría (y sobre el papel) hasta la Constitución de Cádiz de 1812.  En 1836 es designado el primer político chueta:  Onofre Cortès que fue concejal del Ayuntamiento de Palma. Durante la II República (1930-1939) se permitió por primera vez a un sacerdote chueta oficiar misa en la Catedral de Mallorca.

Se puede decir que el prejuicio anti-chueta desaparece en 1950, cesando también la endogamia que caracterizaba al grupo. Sin embargo, en una encuesta realizada entre los mallorquines por la Universidad de las Islas Baleares en una fecha tan temprana como el año 2001, un 30% de los encuestados afirmó que no se casaría nunca con un (o una) chueta. Un 5% fue más lejos y afirmó que no tenía ni quería tener amigos chuetas.


Minorías malditas de España 3. Los Gitanos

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El sustantivo  “gitano”, como se les conoce en España, es una corrupción de “egipciano”, es decir, procedente de Egipto, de donde los españoles del siglo XV (que fue cuando los gitanos entraron en la península) creían que procedían los gitanos. Por el mismo motivo en Francia se les llamaba antiguamente “bohémiens” o boumians” (es decir, bohemios) ya que entraron en el país galo con un salvoconducto del rey de Bohemia. Pero el término más común para llamarlos en Europa es “zíngaros”: (posiblemente del griego azinganos, literalmente “intocable”). Así se les conoce en Alemania (zigeuner), Francia (tzigane o tsigane), Italia (zingaro), Portugal (cigano), Turquía (cingeney). Los gitanos europeos prefieren para sí el término “romaní” o “rom” (que significa “hombre”); los españoles, a menudo se refieren a sí mismos como calé (que se puede traducir por “el que habla caló”, su lengua propia, aunque los hay que dicen que calé procede del indostaní  “kâlâ”, que significa simplemente “negro”.

¿De dónde procede este pueblo que en la Edad Media irrumpió en Europa? Se les ha considerado descendientes de Caín, o de la estirpe de Cam, el hijo maldito de Noé. Otras tradiciones remontan sus orígenes a magos caldeos de Siria, e incluso a hebreos que se negaron a  seguir a Moises a la Tierra Prometida y se pusieron a dar vueltas por el mundo a su aire. Se ha dicho que un gitano forjó los clavos con los que crucificaron a Cristo, trayendo la maldición a todos los suyos (pero los gitanos dicen que nanay, que ellos lo que hicieron fue robar los clavos originales, por lo que robar no es pecado para ellos).

Mitologías aparte, ya en el siglo XVIII un estudio exhaustivo del idioma romaní demostró que se trataba de una lengua de origen indico, emparentada con el  panyabí o el hindi occidental. Es decir, que el origen del pueblo gitano se encuentra  en el noroeste del subcontinente indio, en la zona en la que actualmente se encuentra la frontera entre los estados actuales de India y Pakistán. Esta teoría ha sido respaldada, ya más recientemente, con estudios genéticos.
No hay una respuesta clara sobre el motivo de la diáspora del pueblo gitano. Algunas teorías sugieren que pudieron ser individuos de una casta inferior, reclutados y obligados a luchar al oeste contra el avance musulmán. O quizá fueron conquistados por los musulmanes, esclavizados y enviados al oeste, donde formarían una comunidad cerrada y con el tiempo emigrarían huyendo de sus captores (esta hipótesis está respaldada por una crónica de Mahmud de Ghazni, que informa de la captura de 50.000 prisioneros durante una invasión turco-persa del Sind y del Punyab). La “Crónica Persa”, de Hazma de Ispaham, menciona a un pueblo de músicos que el rey de Persia solicitó al rey de la India hacia el siglo X. El Sahnameh (“Libro de los Reyes”) del poeta Firdusi, datado en 1010, nos da más datos: Este pueblo se llamada Zott (o Rom, o Dom, que de las tres maneras aparece en la crónica), y en número de 12.000, hombres y mujeres, partieron desde su patria junto al río Indo para entretener al rey de Persia Behram con sus cantos, sus bailes y sus espectáculos. El rey Behram les dio trigo, animales y tierras en las que vivir, para que así pudieran entretener gratuitamente al pueblo. Pero tras un año estas gentes habían malgastado lo que les dio el rey, sin labrar la tierra ni cuidar el ganado, por lo que el rey les condenó a vagar por los caminos, viviendo de la caridad, ya que eran incapaces de ganarse ellos mismos su sustento.

Sea por el motivo que fuese, la mayoría de los investigadores están de acuerdo en  que los gitanos abandonaron sus tierras natales de la India entorno al año 1.000. No todos, claro. Pueblos similares a los gitanos se encuentran hoy en día en la India (se supone que originarios de Rayastán, por cierto). Tampoco todos llegaron a Europa. Los lurios, (reconocidos como gitanos incluso por los propios gitanos) siguen viviendo hoy en día en Irán.

Sobre su periplo, podemos ceñirnos a las crónicas: Gentes llamadas “Atsinganoi” aparecen en Bizancio en el siglo XI. Se trata de adivinadores y magos ambulantes que, según una crónica fechada en 1054 (Vida del anacoreta San Georgios), llegaron a ser requeridos por el mismísimo emperador Constantino IX para que con sus artes místicas limpiaran de fieras salvajes los bosques. La cosa acabó mal para ellos: se les acusó de hechiceros y malhechores y fueron perseguidos por la justicia. De ese nombre griego, “atsinganoi”, derivará la palabra “zíngaro”, por cierto.

El fraile franciscano Simon Simeonis describe en 1322 un pueblo de costumbres muy similares a las de los gitanos asentado en Creta. Otro cronista, Ludolphus de Sudheim, habla en 1350 de otro pueblo de características similares, al que llama “mandapolos”, durante su peregrinación a Tierra Santa. En 1360 se establece en Corfú una comunidad claramente gitana (que aparece en las crónicas como “Feudum Acinganorum”). Los peregrinos la bautizan como “Pequeño Egipto”, de donde procedería la palabra “egipciano”. A finales del siglo XIV hay comunidades gitanas ya asentadas en tierras de serbios, búlgaros y rumanos. En 1416 se les encuentra ya en Alemania, al año siguiente en Bohemia, donde se les concede el famoso salvoconducto. En Suiza entraron en 1418 (donde se les expulsó en 1471, siendo el primer país europeo en hacerlo); en Francia en 1419, en 1420 en Bruselas y Flandes. En 1421 entraron en Italia, aunque no entraron en Roma (que se sepa) hasta 1427.

Oficialmente, los gitanos llegan a España en 1415. Es en esa fecha cuando  el infante Alfonso de Aragón concede en Perpignán un salvoconducto a un tal Tomás, hijo de Bartolomé de Sanno, “Indie Majoris Ethiope”, que dice estar peregrinando a Santiago de Compostela. Aunque otros historiadores señalan la fecha de entrada en 1425, apoyándose en la carta de seguro (salvoconducto, vamos) que el rey Alfonso V de Aragón le concede a un tal “Juan de Egipto Menor”. Tanto da que da lo mismo, la cuestión es que ya tenemos a los gitanos en la península, donde inicialmente son bien recibidos. Según la investigadora Teresa San Román en ese siglo XV entraron en la península unos 3.000 gitanos, que viajaban en grupos de 80 a 150 individuos, practicando la vida nómada y dedicándose a la adivinación y el espectáculo. Eran considerados buenos cristianos, tanto es así que en el tercer viaje de Colón (1498) viajaron cuatro gitanos en sus naves (estando como estaba el nuevo continente vedado a moriscos y judaizantes).

La permisividad de las autoridades terminó pronto: En 1499 los Reyes Católicos emiten la llamada “Pragmática de Madrid”, en la que se obliga al pueblo gitano a abandonar su vida nómada, adoptar un oficio y abandonar sus costumbres, su idioma y su forma de vestir (vamos, que dejen de ser gitanos). Se les da un plazo de dos meses, transcurridos los cuales podrán ser expulsados del reino o convertidos en esclavos, lo que más convenga a la autoridad local. Los gitanos no debieron hacer mucho caso a esta ley, ya que la misma pragmática se repite, prácticamente  letra por letra, en 1539 (bueno, cambia el castigo: se les condenará si desobedecen a 6 años de galeras). En total en España se emitirán más de 280 pragmáticas, decretos y leyes contra el pueblo gitano, cada vez más tozudo a integrarse. España no es el único país Europeo que empieza a considerar a los gitanos un problema: Ya hemos dicho que de Suiza se les expulsa en 1471. En el año 1500 se les expulsa igualmente del Sacro Imperio; en 1540, de Bélgica; en 1563, de Inglaterra. En Rumanía, donde se habían establecido tantos, era aceptada legalmente su esclavitud (práctica que no sería abolida hasta 1864)

El momento más oscuro de la historia gitana en España tiene lugar en julio de 1749, cuando se produce la llamada “Gran Redada” . Se trata ni más ni menos que de un proyecto para exterminar a la población gitana española arrestándolos y separándolos por sexos y edades. La cosa tenía su lógica. Si no se podían reproducir, se extinguirían en un par de generaciones. Esta barbaridad, autorizada por el rey Fernando VI y orquestada por el ministro marqués de la Ensenada, supuso el arresto, por el simple delito de ser gitanos, de más de 9.000 personas.  Dieciséis años más tarde (1765) Carlos III ordenó que fueran puestos en libertad, aunque los últimos no fueron liberados hasta 1783. Ese mismo año se promulga que los gitanos son ciudadanos del reino, y por lo tanto pueden residir en cualquier lugar que les plazca. Sin embargo, las presiones para que dejen su vida nómada, sus costumbres y su idioma no cejarán, antes bien, irán en aumento. Los gitanos españoles abandonan en su mayoría su vida nómada por otra semi nómada circunscrita habitualmente a una región. Del mismo modo encuentran un lugar en la sociedad, ejerciendo un oficio... o algo parecido. Se puede decir que entre los años 1850 y 1950 los gitanos son los abastecedores de ganado de labor (caballos, mulas, en menor medida bueyes) tanto para el gran terrateniente como para el pequeño propietario. Esa trata les permite llevar la vida semi itinerante que les gusta, sin estar adscritos a un municipio concreto. Por contra, siguen arrastrando los prejuicios de la sociedad. Se les acusa de ladrones (en especial de los animales que luego venden); de secuestradores de niños (a los que “convierten” en gitanos); y en menor medida (a medida que van pasando los años) de brujos y brujas, causantes de desgracias y de provocar la mala suerte. La progresiva mecanización del medio rural privará a los gitanos de su medio de vida, abocándolos nuevamente a la marginalidad más absoluta. Quedarán relegados a míseros barrios de chabolas primero, y a barrios marginales después, donde la salida más fácil es la delincuencia y el trapicheo, en especial de drogas. Los que tratan de llevar una vida honrada se dedican, en gran parte, a la venta ambulante en mercadillos callejeros o de pueblos. Unos pocos logran integrarse sin perder completamente su identidad gitana e incluso acceden a estudios universitarios. En 1988 se pone en marcha el Programa de Desarrollo Gitano, revisado en el año 2002. Gracias a él los gitanos españoles se han integrado en la sociedad más en los últimos 30 años que en los anteriores 3 siglos. Con todo, la comunidad gitana española (actualmente, unas 700.000 personas) sigue estando asociada a delincuencia y marginalidad. Se les acusa de vivir de las ayudas del Estado, es decir, de ser unos vagos, y de que las leyes son más permisivas con ellos que con el común de las personas.


Lo que, más que menos, es lo mismo que dicen de los migrantes africanos, mire usted qué casualidad...



Minorías malditas de España 4. Los Maragatos

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Se supone que el término “Maragato” procede del latín “mauricatus”, cuya traducción sería “hecho moro” o “morohablante”. Así se llaman los pobladores de la comarca de la Maragatería, en León, que ha adoptado el nombre de sus habitantes, y no al revés como es habitual, ya que esa tierra, hasta el siglo XVI. Recibía el nombre de “La Somoza”. Otra explicación señala que el nombre procede del latín “mauri capti”, es decir, moros cautivos. Y una tercera (por más sencilla quizá la más fiable) afirma que su nombre no tiene nada que ver sobre su supuesto origen, sino sobre las “maragas” o “baragas” (bragas) que llevaban, con lo que “maragato” sería simplemente “portador de maragas”. No se me sonrían, que la braga era como se llamaban los calzones masculinos, antepasados de nuestros pantalones. De “braga” procede el término bragueta y decir “hombre bien bragado” quería decir ser un hombre valiente. Que quizá fuera la definición correcta del término maragato. Luego volvemos a esto.

Sobre el origen de los maragatos la explicación más común es que son descendientes de musulmanes. Así lo explicó el arabista francés Reinhart Dozy en el siglo XIX, apuntando que podían tratarse de descendientes de bereberes, aislados en la zona de Astorga desde tiempos del rey Fernando I de León en el siglo XI.  Ya en el siglo XX el catedrático Jaime Oliver Asín reforzó la teoría magrebí de Dozy, citando a una tribu bereber en concreto: los baragwata, que hacia el siglo VIII emigraron de sus tierras estableciéndose primero en Al Andalus y luego al oeste de Astorga, siendo sus descendientes los maragatos. Sin embargo estudios recientes descartan el origen norteafricano de los actuales maragatos: No tienen mayor porcentaje de ADN marroquí que los que tienen otros pueblos de la península (El nombre completo del estudio, por si quieres buscarlo es “Mitochondrial DNA characterisation of European isolates: the Maragatos from Spain”. Sus autores son Larruga JM, Diez F, Pinto FM, Flores C, Gonzalez AM.)

¿De dónde proceden pues los maragatos? Dejando aparte la tesis africana, hay varias teorías más, a cada cual más peregrina:

Fray Martín Sarmiento, un erudito monje benedictino que en el siglo XVIII apuntó en su texto “Astorga: descripción de la Maragatería” que Maragato procede de "maurellos" o "mourellos" que serian mauritanos que antes de la dominación romana emigraron a la peninsula ibérica con las tropas cartaginesas y que se instalaron en la zona de Astorga, hacia el siglo III antes de Cristo.

Una explicación popular (y poco fundamentada) apunta su origen a visigodos de la época de don Rodrigo, que ante la conquista musulmana del siglo VIII se convirtieron al islam, siendo despreciados por sus vecinos. De ahí vendría el mote, que amalgama las palabras de “moro” y de “godo”

El catedrático de de la Universidad de León Laureano Rubio sostiene que el termino procede del transporte de pescado en salazón que realizaban los arrieros de esta comarca desde Galicia a Madrid, o lo que es lo mismo desde el mar a los gatos. De “mar a gato”, es decir, maragatos.

Otros, menos imaginativos, señalan que el término no aparece en los textos anteriores al siglo XIV, y puede ser una corrupción de “mercator”, es decir, mercader.

Aunque se considera que la capital de la Maragatería es Astorga, en realidad la comarca maragata se encuentra al oeste de la ciudad, en los lindes del monte Teleno. No en vano a la zona se la llamó, hasta el siglo XVI “la Somoza” (posiblemente de “sub-montia”, bajo el monte). La Maragatería propiamente dicha la componen una treintena de pueblos y aldeas (Brazuelo, Castrillo de los Polvazares, Lucillo, Luyego, Rabanal del Camino, Santa Colomba de Somoza, SantiagoMillas, Val de San Lorenzo, Lagunas, Quintanilla, Villalibre de Somoza entre otros) que ya en el siglo XIII disfrutaron del privilegio de “hermandad propia” (unión de los diferentes concejos municipales), concedido por Alfonso X en Burgos en 1270 y ratificado por Alfonso XI en 1336.

Esta tierra, escarpada y poco propicia para agricultura y ganadería, hizo que los de la zona se dedicaran principalmente a la artesanía y al transporte de mercancías, principalmente entre Galicia y Castilla, aprovechando la antigua vía romana que une Astorga con Lugo, donde tomaban la “Vía de la Plata” hasta Madrid. También aprovecharon las rutas del Camino de Santiago para llevar sus mercancías a Asturias, Cantabria y el norte de Castilla. Solían llevar en sus carromatos pescado en salazón de Galicia y carbón de Asturias, que vendían en las tierras del sur comprando productos de matanza (sobre todo embutidos) y productos de secano, que con los que comerciaban en el norte. Se hicieron famosos por la fiereza con la que protegían sus cargamentos de bandidos y ladrones, y por ser fieles a su palabra dada en los contratos: Tenían fama de que se les podía entregar cualquier mercancía valiosa, aunque fuera oro molido, que lo transportarían sin hacer preguntas... ni efectuar sisas. Posiblemente para cimentar su fama y ser fácilmente reconocidos empezaron a vestir de manera muy particular: Sombrero negro de ala ancha, chaleco y armilla (chaquetilla sin mangas), bragas (calzones) de color negro y polainas de paño.

El transporte y comercio de mercancías enriqueció a las familias maragatas, en una sociedad en la que, tras la expulsión de los judíos, la riqueza estaba relacionada con la nobleza y la ostentación. Los maragatos ni eran lo primero ni alardeaban con lo segundo. El oficio de arriero les condujo a desarrollar familias extensas, de padres e hijos pero también de tíos y primos, que la mayoría de las veces vivían juntos en la gran casa arriera maragata (de piedra, con un gran patio central dond se guardan carromatos y animales y pocas o ninguna ventana al exterior). La mayoría de los hombres estaban en los caminos la mayor parte del año, las mujeres se quedaban gobernando la casa y sus posesiones.

Al ser ricos pero plebeyos sus vecinos empezaron a mirarlos con envidia, y pronto empiezan a surgir las habladurías entorno a estas gentes: Es a partir del siglo XVI cuando se generaliza el nombre de maragato, al principio como insulto (para relacionarlos con los moros, es decir, no ser de “sangre limpia” ni “cristianos viejos”) y que el colectivo adopta como señal de identidad. Se les acusa igualmente de judíos, de ladrones y mentirosos, de herejes luteranos (pues no se ganaban el pan trabajando, sino comerciando, a la manera de los flamencos). Se dice de sus mujeres que nunca se peinan una vez casadas, que todos los hombres son borrachos, que sus casas son tan sucias que más bien parecen porquerizas... entre otras lindezas. No ayuda a eso que tengan costumbres propias, como la “boda maragata” (que dura dos días, con boda y tornaboda), la “fiesta del arado” (una especie de carnaval en la que los hombres se visten de mujeres) o la “Covada” (en el que el marido suplanta a la madre tras el parto, metiéndose en la cama junto al recién nacido). Por último, al desarrollar unas lineas de parentesco extensas cayeron poco a poco en al endogamia, negándose a relacionarse con gentes ajenas a sus clanes familiares arrieros, aunque fueran labradores o artesanos de la misma comarca. Eso los hizo marginarse aún más. Con todo, justo es decir que jamás sufrieron persecución alguna más allá de la maledicencia, no como otros colectivos de la península.

La llegada del ferrocarril supuso el fin del monopolio comercial de los maragatos. Los más emprendedores emigraron a América (sobre todo Argentina y Uruguay), otros se instalaron en las ciudades para continuar desde allí sus negocios. Hoy la presencia maragata queda solo en algunos museos locales y en fiestas muy puntuales, en las que se saca del armario el traje maragato típico, ya convertido en más disfraz que otra cosa.



Minorías malditas de España 5. Morenos y “de Blancos”

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España  fue el último país europeo en abolir por completo la esclavitud, en 1886, aunque algunos señalan que no había esclavos en la península desde 1776, cuando el sultán Mohammed III de Marruecos compró (y liberó) a casi todos los esclavos musulmanes de Barcelona, Sevilla y Cádiz... (aunque no hay datos sobre los esclavos de origen subsahariano). En 1837 llegó la abolición legal de la esclavitud española... pero limitada al ámbito peninsular. La esclavitud no fue ilegal en la entonces colonia de Puerto Rico hasta 1873, y Cuba tuvo que esperar hasta 1880 (complementado con el real decreto del ya citado año de 1886, que liberó a los últimos 30.000 esclavos que quedaban de la isla).

Volviendo a la península... ¿qué fue de los esclavos tras su liberación? La mayoría de los de origen magrebí fueron acogidos por el sultán de Marruecos, pero muchos de los antiguos esclavos de color se quedaron en la península. Recibieron los motes de “morenos”, “travesaos”, (o “atravesaos”). “los del barco”, “los de Colón” y “de Blanco” (ya que eran propiedad de blancos). Al negro también se le llamaba, de gorma genérica “Simón”, y “Curro”.  Algunos de estos motes llegaron a convertirse en apellidos, y sus descendientes aún los usan.

Desde el siglo XIV y hasta inicios del siglo XIX (hasta que los ingleses decidieron decir digo donde habían dicho diego y pasaron de ser los mayores comerciantes negreros a luchar contra la esclavitud) Sevilla, Cádiz y Valencia fueron (junto con Lisboa) centros de comercio esclavista de primer orden. Tanto es así que en esas y otras ciudades andaluzas la población de color (esclava o ya liberada) llegó a alcanzar el 20% del total. (la excepción está en San Lúcar de Barrameda, que llegó a contar con casi un 50% de población esclava o descendiente de esclavos.  A finales del siglo XVI se calculan en España 58.000 esclavos subsaharianos, “turcos” (musulmanes del imperio otomano), “moros” (originarios del norte de África) e incluso nativos de las islas Canarias. Solían ser mineros y jornaleros en el campo y sirvientes en la ciudad, en especial los subsaharianos. Durante los siglos XVII y XVIII tener un esclavo de color (convenientemente “adiestrado” en el arte de servir) era señal de distinción, y tanto aristócratas como clérigos presumían de ellos.  Se permitían las manumisiones (declararlos legalmente libres), al modo de la “Lex” romana, pero ese derecho era un arma de doble filo: los “negros” libres  quedaban relegados al nivel más bajo de la sociedad, y solo tenían acceso a los trabajos más penosos. Los que ningún blanco, ni el más pobre, quería hacer. Hubo excepciones, por supuesto. Juan Latino, en el siglo XVI llegó a ser catedrático de la Universidad de Granada y está considerado el primer afroeuropeo en escribir en latín clásico. Todo un logro para un hombre  nacido en 1508 de una pareja de esclavos de color propiedad del cuarto conde de Cabra, Luis Fernández de Córdoba.  Otro esclavo de color que destacó por méritos propios fue Juan Pareja, esclavo ayudante de taller de Velázquez, que le concedió la libertad en 1650 (año en el que pintó su retrato) y que se convirtió en pintor de reconocido prestigio.

El historiador Antonio Delgado Hernández escribía en el siglo XIX: "En los siglos XIV y XV los mareantes de Palos, Moguer y Huelva frecuentaban la costa de Guinea, de donde extraían esclavos negros para los mercaderes de Andalucía... Las naves que conducían esta odiosa mercancía aportaban casi siempre a puertos inmediatos a Niebla, donde se negociaban los esclavos, y comúnmente quedaban muchos en el país... Cuando llegaba el caso de ahorrarlos (libertarlos), moraban en aquellos pueblos, donde la raza se perpetúa casi sin mezcla; pero al cabo de tantos años ha perdido su primitivo color y degenerado en trigueño. Muestran su origen en sus fisionomías y en rastros del ángulo facial de la raza etiópica"

Arcadio Larrea en “Los Negros de la Provincia de Huelva” constató en 1952 (fecha de la publicación de su trabajo) la presencia de descendientes de antiguos esclavos africanos en tres localidades de la zona de Niebla de la que habló Antonio Delgado cien años antes:  en Palos contabilizaba "de diez a 12 familias"; en Moguer "14 familias de negros puros (70 individuos) y unos 30 o 40 travesaos (mestizos)"; en Gibraleón, "el núcleo más importante y diferenciado", más de 200 individuos de color.

Estas comunidades se nutrieron en el siglo XIX de nuevos migrantes de color: Gentes libres que luchaban contra los españoles en Cuba y que, apresados, eran deportados a la península, aveces como paso previo antes de enviarlos a pudrirse a los presidios de Ceuta y Guinea. Tal fue el caso de un tal “Negro Simón”. Compañero del revolucionario cubano José Martí, que terminó sus días condenado por “asesinato” en un penal de Fernando Poo.

Paradójicamente, en 1950 ya no había descendientes de esclavos africanos en Niebla, donde antes fueron tan abundantes. En un documento de 1493 se quejan los vecinos de la población sobre las "muchas libertades e franquezas" que el señor de esas tierras (tercer duque de Medina Sidonia, don Juan de Guzmán), “les mandó dar e dio" a los antiguos esclavos, entre ellas tener un alcalde de su raza encargado de hacer "la justicia sobre sí". Eso en una época, recordémoslo, en la que las gentes libres de color, en la península, tenían prohibido aprender a leer y a escribir y les estaba vedado el acceso a figones y tabernas, fueran libres o esclavos, en la creencia de que el alcohol, incluso en pequeñas cantidades, enloquecía al hombre de color.

¿Donde fue la próspera población negra de Niebla? O se mezclarían con sus vecinos olvidando sus orígenes o quizá emigraron, como hicieron la mayoría de la comunidad negra de Sevilla, en su tiempo tan importante que a finales del siglo XIV tenía un asilo y una cofradía que aún hoy en día aún se mantiene, al menos de nombre: “Los Negritos” es actualmente la hermandad de Semana Santa más antigua de la ciudad. Muchos negros libres de origen sevillano acabaron en Cuba, en cuya capital, la Habana, terminaron creando una especie de organización criminal: los negros curros.

¿De qué trabajaban los afroeuropeos libres de Huelva? Pues lo hicieron en las tareas que pocos o ningún blanco querían hacer, y normalmente por un salario más bajo. Y bastante mal vistos por sus vecinos, claro, por aquello de que “les quitaban el trabajo”.

De unos años a esta parte vuelven a ver migrantes de origen africano en la península. Y me temo que las cosas no han cambiado absolutamente en nada.
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